Los soldados, su formación y la disrupción
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Los soldados, su formación y la disrupción

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Sin lugar a dudas, el año 2020 ha sido disruptivo en todos los ámbitos, tanto en la realidad mundial como en la nacional, y el contexto militar no ha sido la excepción. Disruptivo pues se aprecia una ruptura o interrupción entre una normalidad acostumbrada y una nueva realidad, que anticipa y condiciona cambios en nuestras formas de vida.

Ahora, cabe preguntarse ¿qué lugar tiene dicha interrupción en la cotidianeidad de las Fuerzas Armadas? Y particularmente ¿qué lugar tiene la disrupción en la formación de los soldados del Ejército de Chile? El reciente Juramento a la Bandera que prestaron 907 mujeres y 4.291 hombres a lo largo de Chile, el pasado 30 de octubre, parece indicar que, aun en tiempos de cambios e incertidumbre, el compromiso de la juventud chilena con su país, entrega señales claras acerca de cómo debemos convivir con la discontinuidad, en un ámbito tan esencial como la formación de las y los soldados del Ejército de Chile.

En este sentido, la primera señal de disrupción guarda relación con la excepcionalidad que ha guiado el proceso de conscripción y acuartelamiento del contingente, realizado a partir de septiembre, y no en abril, como se acostumbraba. Asimismo, y dadas las tareas propias de las labores de apoyo al control de la pandemia del Covid-19, muchos de los jóvenes que se encontraban en proceso de finalización de su conscripción, adhirieron voluntariamente a continuar desempeñándose como soldados en dichas tareas. Adicionalmente, la fecha tradicional en la que las y los soldados prestan su juramento, el 10 de Julio de cada año, al conmemorarse el Día de los Héroes de La Concepción, fue temporalmente sustituida por el 30 de octubre.

Preliminarmente, podría considerarse la disrupción como una condición inherente a los procesos de formación de los soldados, toda vez que parte importante de su instrucción se centra en los aspectos y vicisitudes propias que han de enfrentar en el combate, junto a oportunidades para su nivelación de estudios, alfabetización digital e incluso, formación en oficios complementarios para su calificación laboral para luego, integrarse a las tareas y deberes que les impone la vida militar. Este año no ha sido la excepción, dado que también se han alterado los procesos usuales relativos a la instrucción y entrenamiento, resultando en una serie de modificaciones para el normal cumplimiento de sus procesos formativos.

Tanto el conflicto moderno, al tener una lógica no lineal, como el desempeño en tareas accesorias a su función primordial, centrada en la Defensa, imponen una formación más exigente en cuanto a una estrecha relación con la sociedad, facilitando el entendimiento recíproco y posibilitando relaciones sólidas y duraderas frente a momentos de dificultad.

El Servicio Militar que prestan estos jóvenes chilenos, constituye una forma vivencial de vinculación entre la vida civil y el cumplimiento de los deberes militares que impone el Estado a todo ciudadano, indistintamente si tiene lugar de manera voluntaria u obligatoria. Esto les permite ser protagonistas en la comprensión de la diversidad de tareas y lugares en que las actividades de la Defensa se desarrollan. En una cifra no menor, el Servicio Militar influye positivamente en el interés de los jóvenes acerca de la vida militar, y significa en muchos casos en la prolongación de sus inquietudes para su ingreso a la carrera militar, mediante su admisión a los institutos de formación matriz.

Seguidamente, la vida militar exigirá, en mayor o menor medida, cambiar continuamente de desempeños y de destinos geográficos, aspecto que influirá en la capacidad de adaptación a entornos diversos, lo cual facilitaría no sólo aquellas virtudes necesarias para adaptarse exitosamente a nuevos ambientes, sino que también, fomentaría la formación de liderazgos, a medida que se asuman nuevos desafíos dentro de la carrera profesional.

En suma, la disrupción parece ser una condición elemental para la innovación dentro de la organización, pues contribuiría a racionalizar procesos y funciones en virtud de nuevas demandas o de su confluencia simultánea. Las nuevas generaciones de soldados parecen ser señeras en ello, pues tienen incorporados mejores niveles de alfabetización digital y su capacidad de resolución de problemas sería desde una aproximación creativa, sin que ello signifique descuidar los aspectos normativos propios de la formación militar. La aplicabilidad de dicha innovación puede ocurrir en diversos ámbitos, desde aspectos propios de la instrucción y el entrenamiento hasta los más variados ámbitos de la gestión, impulsando cambios en la cultura organizacional y al logro de los objetivos globales de la organización. De este modo, la disrupción aparece como un catalizador natural de habilidades como liderazgo, pensamiento crítico y pensamiento creativo, que fluye desde los niveles de unidades elementales, hasta la organización completa.

De esta manera, la formación de un soldado, sea en tiempos de normalidad o en la excepcionalidad, debe tener como referencia que deberá convivir siempre con los desafíos propios que exigen los tiempos actuales que, aunque altamente disruptivos, resultan trascendentales para el entendimiento recíproco entre los militares y la sociedad a la que se deben.



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