La trayectoria del Comandante Prat es el faro que guía nuestra actual singladura
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La trayectoria del Comandante Prat es el faro que guía nuestra actual singladura

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El 21 de mayo de 1879 no sólo se escribió la página más gloriosa de la historia militar chilena, sino que además dejó a firme y para siempre, una tradición que Cochrane, en los inicios de la Armada, puso como impronta para todos los marinos: vencer o morir.

Es difícil hacer un análisis completamente objetivo del combate que se desarrolló en la rada de Iquique hace 143 años, dado que más allá del valor militar del mismo, se conjugaron una serie de factores que superan lo racional.

La sublime valentía demostrada por cada uno de los doscientos tripulantes de la corbeta “Esmeralda”, guiados por la firme serenidad de su comandante; la audacia de la dotación chilena, que no dudó en presentar combate ante un enemigo inmensamente superior en lo material; el inclaudicable tesón con que los nóveles marinos mantuvieron la acción por más de cuatro horas contra los cañones del “Huáscar” y desde baterías de tierra y, una estoica resiliencia, porque mientras veían caer a sus camaradas de armas, mayor ardor había en la defensa de su consigna.

La homérica acción de la dotación de la “Esmeralda” fue mucho más allá de lo que nadie podía esperar, pero no por inesperada fue menos decisiva. Que mejor ejemplo que citar a “The Times”, antiguo periódico británico, que al dar cuenta del combate, revivió su lenguaje de los tiempos del almirante Nelson y escribió en sus páginas: “Es este uno de los combates más gloriosos que jamás haya tenido lugar. Un viejo buque de madera casi cayéndose a pedazos, sostuvo la acción durante tres horas y media contra baterías de tierra y un poderoso acorazado y se hundió con su bandera al tope”. Este simple relato, breve, emociona y deja de manifiesto la firme decisión con que esos marinos asumieron su destino.

Es conveniente agregar que no hay mejor resumen de la grandeza de Arturo Prat y la trascendencia de su legado, que en la inmortal arenga que dirigiera, minutos antes de iniciar el combate, a su vibrante dotación de bravos marinos, desde la toldilla de la vieja mancarrona. Esas palabras, dichas con la suprema serenidad de un líder convencido de las cualidades de sus subordinados y coronadas con un vibrante “¡Viva Chile!”, fueron la máxima expresión de confianza hacia sus hombres, porque estaba genuinamente seguro que ellos no mancillarían el honor del pabellón patrio izado al tope del palo mesana.

“Doctor… ¡cómo se baten estos chilenos!”, habría dicho el noble e hidalgo almirante Miguel Grau al médico del “Huáscar”, mientras se desarrollaba el combate, demostrando así la admiración que ese notable hombre de mar sentía ante ese puñado de valientes que lo desafiaban, a pesar de encontrarse en una posición tan desventajosa.

Honor, lealtad, abnegación, nobleza, disciplina, valentía y sentido pleno de lo que significa el cumplimiento del deber, son las virtudes que vemos reflejadas en cada uno de los hombres que se vieron enfrentados por el destino en las aguas de Iquique y Punta Gruesa.

Para la Armada de Chile, toda la trayectoria de vida del comandante Prat, de su dimensión como marino, de su cercanía y liderazgo, de su profesionalismo como abogado, de su entrega como profesor nocturno ad honorem en una escuela pública, y de su amor como esposo y padre, se condensan en las sentidas palabras que le dedica a su dotación.

Estas son el faro que guía nuestra actual singladura, en una tradición que quedó grabada con el fuego de los cañones del monitor enemigo, en los corazones de todos quienes decidimos servir a la Patria vistiendo el mismo uniforme de Prat. Esa es nuestra doctrina permanente, amparada en el juramento que hicimos al egresar de la Escuela Naval, que recuerda su nombre: “hasta rendir la vida si fuese necesario”. 

Almirante Juan Andrés De La Maza, comandante en jefe de la Armada de Chile



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