O'Higgins y su legado intangible

Es relativamente fácil descubrir cuales fueron las obras materiales de O´Higgins, tanto en su vida pública como privada, las que se han proyectado de hecho hasta nuestros días.

En lo público, la Alameda de las Delicias, los cementerios laicos, la eliminación del impuesto a los libros, el Mercado Central, la organización de la Expedición Libertadora al Perú, la creación de la Escuadra Nacional, entre otros muchos factores, dan cuenta de su gobierno claramente fundacional, que permitió estructurar la República que hoy conocemos.

En lo privado, su condición de innovador agrícola prevalece claramente, al introducir el arado de hierro, la rotación de la tierra y el apotreramiento de los terrenos en Chile y la incorporación del trapiche mecánico a las actividades de producción de la caña de azúcar en Perú.

Pero cuando se trata de temas intangibles, el conocimiento de su obra no es mayoritariamente conocida, tal vez por tratarse de asuntos que por importantes se olvidan, o se asumen como conocidos.

Un ejemplo de aquello es la declaración de Independencia Nacional a principios de 1818, que constituye, dada su importancia, tal vez el acto más relevante de su vida. Al hacerlo, concretó por siempre y para siempre, el concepto libertario imposible de eliminar de las mentes y corazones de todos los chilenos.

Por otra parte, su visión geopolítica, le permitió visualizar aspectos trascendentes para el naciente país, como la importancia de la emigración debidamente organizada y controlada, como también, la toma de posesión del Estrecho de Magallanes. Lo anterior, posibilitó no solo el control de los territorios del país, sino además consolidar la presencia del Estado y el desarrollo de sus habitantes.

Definió también como algo trascendente, la necesidad de masificar la educación dándole la posibilidad de acceso a ella, a todos aquellos que vivían en la más absoluta oscuridad, desde el punto de la cultura y de los conocimientos.

Definió una clara visión constitucional, plasmada en dos cartas magnas, que dieron vida, estructura e independencia de los tres poderes del Estado, disponiendo nuestro país desde entonces y hasta nuestros días, de la separación de los mismos.

Otros conceptos fueron también fruto de su visión, claramente adelantada a su época, como la delimitación del territorio nacional y la denominación de chilenos a todos los integrantes de esta tierra.

De su voluntad política salió la decisión de eliminar los títulos nobiliarios y suprimir los escudos de armas, reemplazándolo por la Legión al Mérito, la que era otorgada a quienes se habían sacrificado por la Patria.

Ello fue sin duda alguna el inicio del concepto que hoy llamamos meritocrácia, que sacó a la aristocracia del poder, aspecto que de hecho, nunca le fue perdonado al héroe de Rancagua.

Nos entregó también como herencia su valentía, expresada en decenas de batallas y combates, en todos los cuales sintió que sus ideales estaban por sobre sus intereses personales.

Pero hay aún otros aspectos no tangibles que refuerzan lo anterior, pero que son de vital importancia, como el haber introducido en la mentalidad de los habitantes del país la trascendencia del concepto Patria, anterior y superior a cualquier organización humana, ya que ella da sentido y pertenencia a cada uno de nosotros al territorio y a sus tradiciones, cultura e historia.

Finalmente, recordemos que su vocación de servicio a sus semejantes, cristalizó una norma de vida que mantuvo durante toda su existencia, lo que le fue reconocido por sus contemporáneos, quienes en lo civil lo nombraron alcalde, delegado, diputado, diputado de guerra y director supremo, mientras que, en lo netamente militar, fue designado capitán general en Chile, gran mariscal en Perú, general de los Ejércitos de la Gran Colombia y brigadier de las Provincias Unidas del Río de la Plata. 

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