(Infodefensa.com) Madrid – El sector de la construcción naval es uno de los sectores estratégicos dentro de la industria de Defensa. El debate parlamentario surgido durante la presentación del proyecto de presupuesto de Defensa para 2015 ha mostrado la preocupación sobre el futuro del sector en España.
Contar con capacidad industrial potente no sólo es importante para la Armada, que necesita contar con un socio de referencia que pueda soportar su actividad operativa con garantías de éxito, sino que además es clave para la actividad económica en algunas regiones.
Alrededor de un 25% de los fondos destinados a programas especiales de armamento se ha dedicado a inversiones para potenciar la capacidad de la Armada, lo que ha repercutido en que España cuente con una industria de referencia en el marco internacional, como han demostrado las exportaciones a Venezuela, Noruega y, sobre todo, Australia.
Durante este año se han producido diversas decisiones que resultan importantes de cara al futuro. A corto plazo, la decisión sobre la adquisición de dos nuevos BAM permite completar un requisito operativo planteado desde hace tiempo, así como una carga de trabajo inmediata para nuestros astilleros. El inicio del programa de la fragata F110 permitirá el relevo de la clase Santa María y prolongar la actividad industrial hasta el horizonte 2025. El futuro del programa S80, cuya primera unidad se prevé entrará en servicio en 2018, representa una apuesta tecnológica que, si finalmente tiene éxito, puede colocar a largo plazo a nuestra industria en un segmento igualmente estratégico.
El mercado interno no es, sin embargo, suficiente para garantizar una viabilidad de futuro, por lo que se necesita aumentar la presencia en el exterior. La cooperación con Australia, una alianza que aparece consolidada, puede ser un caso de estudio para extender el modelo en otros países. En cualquier caso, el futuro debe considerarse en el marco de un contexto europeo que no puede ignorarse.
A nivel empresarial se están produciendo contactos entre empresas francesas y británicas derivados de los acuerdos de Lancaster House. La cooperación franco-italiana en el segmento de fragatas plantea una alianza que excede las sinergias bilaterales, con buenas expectativas en el ámbito de la exportación. En ese segmento, el programa trilateral de Alemania, Bélgica y Holanda para la construcción de nuevas fragatas (hasta un total de diez unidades) supondrá un importante respaldo para diversas empresas alemanas y holandesas, en un proyecto en el que países próximos a España, como Portugal o Chile, han mostrado su interés. Los astilleros holandeses participan igualmente en un proyecto de cooperación con Suecia y Noruega para el desarrollo de un nuevo submarino común para las tres Armadas, con un requisito de hasta 14 unidades. Por su parte, Polonia, con requisitos de modernización de su Armada, está planteando programas en cooperación que permitan garantizar la renovación de su flota y mantener la actividad industrial del sector en una parte de su territorio. En el norte de África e Iberoamérica, tanto franceses, como italianos y holandeses están siendo especialmente activos en aumentar su presencia en diferentes campos: apoyo al desarrollo industrial, actividades de mantenimiento y modernización de unidades o suministro de nuevos buques.
No parece previsible que, a corto plazo, el sector naval inicie a nivel europeo un proceso de reordenación similar al realizado en el ámbito aeronáutico o al que puede preverse en el sector terrestre. Sin duda, la competición exterior está perjudicando la imagen de la Unión Europea en conjunto y hay que compartir las llamadas a la cooperación y al cumplimiento de la normativa comunitaria lanzadas desde Bruselas. Sin embargo, los mercados domésticos siguen siendo trascendentales y el apoyo gubernamental a las diferentes empresas nacionales está presente en todos los países en mayor o menor medida. En ese sentido, el esfuerzo español debe completarse con una estrategia industrial que asegure nuestros intereses esenciales como hacen otros países y a la que se hace referencia como salvaguarda ante la normativa comunitaria.
Pero por parte de la industria no debe buscarse un acomodo en el interior o una tranquilidad tras ese respaldo político para mantener una situación con demasiadas incógnitas a largo plazo. La mejora de la competitividad y la búsqueda más activa de mercados exteriores pueden ser las garantías de viabilidad de nuestro sector naval militar en un futuro europeo integrado que llegará tarde o temprano.