(Infodefensa.com) Por Ginés Soriano Llevamos meses a vueltas con las posibles estrategias que la industria europea de defensa y seguridad deberían seguir para vadear la coyuntura de crisis y recortes, y en éstas llegan BAE Systems y EADS y revelan su intención de trabajar juntas.
El anuncio de los dos gigantes europeos no confirma ninguna fusión, pero sí ilumina el pasaje por el que el sector deberá transitar. Unir fuerzas en los momentos difíciles es la maniobra más antigua del mundo, pero también se encuentra entre las más complicadas cuando se trata de ensamblar sentimientos nacionales, recelos empresariales e intereses locales, y sobre todo ello el hecho de que la materia sobre la que se trabaja es tan sensible como la seguridad y la defensa.
Con su anuncio, BAE y EADS están diciendo que si ellos lo consiguen, o como mínimo lo intentan, los demás también pueden, y casi deben, en vista del panorama.
Un documento de trabajo de la Comisión Europea publicado hace unas semanas advierte de que la industria de defensa y seguridad del viejo continente debe desarrollar algún tipo de marca común para mantener sus cuotas de negocio en el mundo. Un marchamo identificable es especialmente importante en los mercados clave para las futuras tecnologías de seguridad, que no estarán en Europa, sino en los países emergentes, explicaba el comisario europeo de política industrial, Antonio Tajani, durante la presentación del estudio.
El documento, publicado bajo el elocuente título de Plan de acción por una industria de la seguridad innovadora y competitiva, estima que la Unión Europea aún supone la cuarta parte de la cuota de mercado mundial del sector, y advierte de que si no se toman medidas caerá hasta el 20% en 2020.
Europa, por tanto, aún en pleno descenso, todavía conserva suficiente músculo que enseñar ante los nuevos desafíos, como BAE y EADS han dejado atisbar estos días.
En el sector europeo ya se lleva un tiempo presagiando una inminente ola de fusiones industriales. La llegada de Hollande a la presidencia francesa, el apetito de la industria alemana por adquirir nuevas empresas y las necesidades financieras del sector italiano se esgrimen entre las principales circunstancias que alientan un horizonte de alianzas al que, en última instancia, empuja la maltrecha situación económica.
No todo queda en manos de la industria. La política igualmente interpreta aquí un papel principal. Algunos síntomas permiten entrever que algo se está moviendo hacia una mayor integración también en este ámbito.
Por ejemplo: las apelaciones de los ministros de defensa francés, sobre todo, e italiano para relanzar una iniciativa de defensa europea en torno a seis países clave: Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Polonia y España.
Otro ejemplo: el afán francés (de nuevo Francia) por acrecentar las alianzas europeas en torno al desarrollo de avanzados sistemas aéreos sin tripulación.
Y dos proyectos cuyas repercusiones favorecerán las alianzas empresariales: el diseño de un marco legal para integrar drones en el espacio aéreo europeo en 2016 y la hoja de ruta que acaba de presentar la Unión Europea para impulsar el desarrollo aeronáutico de los próximos años.
Pero, aparentemente más allá de alianzas, adquisiciones o fusiones dentro del sector, también se apuntan nuevas estrategias para sobrevivir a la crisis, como la exploración de otros mercados. Con tanto recorte presupuestario recorriendo Europa, sus empresas han girado la mirada hacia los países emergentes, cuyos gastos en Defensa están creciendo en torno al 10 y al 15%, mientras que en nuestro continente ya se han reducido un 3,5% entre 2008 y 2010.
Para alcanzar el nuevo maná oriental o sudamericano algunas viejas firmas occidentales están adquiriendo empresas de aquellos países (Brasil, India y Arabia Saudí, entre otros) con la esperanza de acceder más fácilmente a sus nuevos programas de armamento.
Algo similar ocurre con sectores de gran crecimiento, como el aeroespacial comercial y el de la seguridad informática, a los que conocidos grupos de defensa y seguridad están tratando de acceder comprando empresas que ya se dedican a ellos.
Pero en ambos casos se necesita una buena posición de salida: o ya se cuenta con una cierta fuerza en los sectores en los que hasta ahora se ha estado jugando o, en un entorno tan competitivo, es muy complicado dar el salto hacia otros nuevos, u otras geografías, y obtener buenos resultados.
Por todo ello, como indican los estrategas de BAE y EADS en los comunicados sobre sus intentos de fusión, de lo que se trata es de aumentar la innovación, la estabilidad financiera a largo plazo y la presencia en los mercados para poder en último término competir con mayor eficacia en el escenario internacional.
El reverso de este panorama para una industria como la española es que acabe engullida, en buena parte, por compañías extranjeras más fuertes. Es la ley del mercado, pero en un asunto tan sensible como la defensa, condena al país a algunos males del calibre de no disponer de una tecnología propia de la que echar mano en momentos más complicados.
Por eso el Ejecutivo, como ha explicado el ministro de Defensa, Pedro Morenés, está estudiando proteger el activo industrial y tecnológico de las empresas españolas de defensa para evitar que, en estos tiempos de debilidad pasen a manos extranjeras.
Es el camino, que ya inició Italia la pasada primavera, de limitar mediante una legislación específica la excesiva participación de firmas foráneas en determinadas industrias estratégicas nacionales.
Sus defensores explican que no se trata de impedir adquisiciones, sino de todo lo contrario, porque supone la adopción de un marco legal que facilita tales operaciones.
Otra cosa sería caer en un proteccionismo a ultranza de la industria nacional que la limitase a suministrar sólo al Ministerio de Defensa o al de Interior, un mercado demasiado exiguo para sobrevivir, especialmente si hay recortes.
Así las cosas, la vía de escape parece apuntar, también aquí, hacia la maltrecha Europa. Una industria nacional fortalecida no parece que pueda alcanzar el suficiente poder como para competir, pero una industria continental en plena cooperación ya es otra cosa. Y el sector, como muestra el gesto de BAE y EADS, comienza a demostrar que lo entiende así.