El director ejecutivo de Embraer Defensa y Seguridad, Bosco da Costa Junior, anunció en junio que Embraer se encuentra en negociaciones con Northrop Grumman Corporation con el objetivo de establecer una alianza estratégica para comercializar el avión militar KC-390 Millennium en el mercado norteamericano. Durante la conferencia sobre los resultados del segundo trimestre de 2025, celebrada el pasado martes (05), el presidente y director ejecutivo de la compañía brasileña, Francisco Gomes Neto, confirmó esta probable asociación, pero sin revelar el nombre de la empresa.
Este hecho marca una nueva etapa en la ambiciosa estrategia para conquistar el lucrativo sector de la defensa de los Estados Unidos.
En los próximos cinco años, la empresa brasileña tiene previsto importar 21.000 millones de dólares en motores de General Electric, válvulas y otros componentes de alto valor añadido fabricados en Estados Unidos, y luego exportar 13.000 millones de dólares en aviones comerciales/ejecutivos, lo que genera un superávit de 8.000 millones de dólares para Estados Unidos.
El país del norte y su mercado de aviones regionales de enlace/comuter, como los E-Jets de primera y segunda generación, representan el 75 % de la facturación de Embraer.
Actualmente, la empresa es responsable de 2.500 puestos de trabajo directo en las dos fábricas de Florida, en Melbourne y Jacksonville, y en las cinco unidades MRO (servicios de mantenimiento del fabricante).
Según los analistas de mercado de Estados Unidos, la asociación con Northrop Grumman representa la estrategia más prometedora de Embraer hasta el momento para penetrar en el mercado estadounidense.
A diferencia de intentos anteriores, esta colaboración entre las dos empresas se basa en la complementariedad técnica, ya que Embraer ofrece una plataforma aeronáutica moderna y competitiva, y Northrop Grumman aporta su experiencia en sistemas de defensa y su consolidada relación con el Pentágono.
Entre los retos que debe superar esta asociación se encuentran el desarrollo de tecnologías específicas para un boom de reabastecimiento en vuelo, compitiendo con soluciones establecidas de fabricantes locales; lograr adaptarse rápidamente a la complejidad de los procesos de certificación y aprobación militar estadounidenses; y hacer frente a los riesgos e incertidumbres de los futuros programas de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAF).
El proyecto representaría una inversión estimada en 500 millones de dólares y generaría alrededor de 2000 nuevos puestos de trabajo directo.