¿Tambores de guerra en Ucrania?
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¿Tambores de guerra en Ucrania?

Fuerzas rusas en un ejercicio en bielorrusia
Fuerzas rusas en un ejercicio en Bielorrusia. Foto: Tass
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Hoy en día, el Intermarium constituye el disputado borde territorial que se extiende desde el mar Báltico al mar Negro que, en los años 20 del siglo XX, señalaba la zona de conflicto entre Alemania y Rusia y que, actualmente, representa la zona de colisión entre Estados Unidos y Rusia. Otros dos actores fundamentales en este enfrentamiento por el dominio geopolítico del Intermarium lo constituyen la Unión Europea y la OTAN ya que ambos defienden la postura de Estados Unidos que es, en definitiva, la posición de Occidente

En este corredor geopolítico se encuentra Ucrania, pivote geopolítico euroasiático y con una historia de tradiciones, religiones y relaciones con Rusia llena de altibajos. Putin aduce el argumento de garantías de seguridad - existencial la llaman los rusos -, pero la verdadera razón consiste en tener a Ucrania bajo su férula y apoderarse de la región del Donbás en su sueño imperial inspirado en los pensadores euroasiáticos.

En las propuestas de Rusia a Estados Unidos y a la OTAN, del pasado 17 de diciembre, se aprecian cuestiones provocativas de muy difícil negociación. Por un lado, en la dirigida a Estados Unidos trata el asunto de garantías de seguridad estipulando que EEUU debe asumir la obligación de impedir cualquier ampliación de la OTAN hacia el Este, negando la membresía de cualquier estado que hubiera estado integrado en el pasado en la Unión Soviética.

En la enviada a la OTAN indica que, para reforzar la seguridad de la Federación Rusa y los estados miembros de la OTAN, exige que la Alianza retire las promesas hechas en abril de 2008, en la Cumbre de Bucarest, a Ucrania y Georgia de que serían admitidas al mismo tiempo que retire todas las tropas y todo el equipo militar que fueron desplegados en territorios de los países europeos que se adhirieron a la organización después de mayo de 1997.

Este nuevo pacto que propone Rusia a Occidente es debido, principalmente, a dos razones. La primera, a la frustración rusa ante la falta de avances en el conflicto de Ucrania y la percepción de Moscú de que Washington, concentrado en la tensión existente entre China y Taiwán, es ahora más propicio a hacer concesiones. La segunda, al hecho de que Rusia está perdiendo influencia en Ucrania al mismo tiempo que ésta se está orientando claramente hacia Occidente. Sin duda, Ucrania en el bloque occidental debilita el poder ruso ya que impide que Rusia sea un gran poder con proyección mundial.

La lógica de la guerra pretende colocar a los posibles contendientes en un escenario de confrontación, de crisis, de despliegues militares y de desinformación enfocado a provocar una respuesta del adversario muy próxima al espectro del conflicto en tanto que la lógica de la paz se orienta hacia la negociación buscando a la diplomacia como mejor camino para encontrar puntos de convergencia con objeto de llegar a un escenario de distensión y de estabilidad. En este enfoque, Rusia estaría postulándose dentro de la lógica de la guerra mientras Occidente lo haría en el marco de la lógica de la paz.

Hay que recordar que Rusia se anexionó ilegítimamente de Crimea en marzo de 2014 y que está apoyando política y militarmente a los rebeldes ucranianos del Donbás desde entonces. Al mismo tiempo mantiene un despliegue de algo más de 100.000 efectivos militares cerca de la frontera con Ucrania, otros despliegues en la zona del Cáucaso y el Mar Negro a los que se añaden las maniobras militares que se van a realizar, en febrero, en Bielorrusia.

Descartada una invasión con fuerzas militares, en el órdago que ha echado Rusia a Occidente, es posible que pueda perseguir dos escenarios con respecto a Ucrania. El primero, consistiría en conseguir que Ucrania fuera un país neutral, que no haya más ampliaciones de la OTAN, anular las promesas de la Cumbre de Bucarest de 2008 y retirar algunas fuerzas militares occidentales en el Este de Europa. A cambio se retiraría del Donbás pero no renunciaría a Crimea. Está claro que la OTAN no irá a la guerra por defender a Ucrania, que, al no formar parte de la Alianza, no tiene su garantía de seguridad.

Un segundo escenario consistiría en conseguir que las dos autoproclamadas repúblicas autónomas de Donetsk y Lugansk declaren su independencia de forma similar a como se hizo en Georgia con las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur. Mientras está realizando una maniobra de distracción estratégica con su despliegue de tropas cerca de la frontera con Ucrania, se haría con la región del Donbás, de la misma forma que se ha hecho con la anexión de Crimea y con su control del mar de Azov, sin disparar un solo tiro. En este caso, Rusia estaría realizando lo que se llama una estrategia del paso a paso, a largo plazo.

Ambos escenarios no serían aceptados por Occidente, fundamentalmente el segundo, ya que ello supondría exponer a Ucrania a próximas reivindicaciones y anexiones hasta conseguir que pierda su independencia. En cuanto al primero, podría ser un paso inicial para unas negociaciones en las que quedarían pendientes, especialmente, la ampliación de la OTAN y Crimea.

En cuanto a la posición de España respecto en la crisis de Ucrania con independencia de protestas de algunos miembros del Gobierno, responde claramente a su consideración como socio sólido y fiable en la OTAN. Tanto el envío de la fragata Blas de Lezo al mar Negro, el buque de acción marítima Meteoro que ejerce el mando de la flota cazaminas Snmcmg-2, el envío previsto de cuatro cazas Eurofighter a Bulgaria o la unidad mecanizada que se encuentra desplegada en Letonia, responde a programas ya previstos en el acuerdo del Consejo de ministros, del pasado 21 de diciembre, según fuentes gubernamentales.

En definitiva, esta semana veremos la contestación de Estados Unidos por escrito a la propuesta de Rusia del 17 de diciembre. Sin duda, la postura sobre el futuro de Ucrania será uno de los principales temas de la respuesta estadounidense. Se entiende que previamente la habrá coordinado con la OTAN y la Unión Europea. Mientras se le da tiempo a la diplomacia, es preciso evitar que en el polvorín del Donbás salte una chispa indeseada que pueda derivar en nuevas hostilidades.





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