Algunas consecuencias estratégicas de los conflictos del siglo XXI y2
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Algunas consecuencias estratégicas de los conflictos del siglo XXI y2

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(Especial Ceeag para Infodefensa)

Tendencias y experiencias recientes de las guerras del siglo XXI de EEUU

Asimismo, se destacan algunas ideas contenidas en un documento de análisis de la Corporación Rand de los EEUU, denominado Mejorando las competencias estratégicas, lecciones de 13 años de guerra, que trata en mayor detalle las experiencias y lecciones que desembocaron en la conceptualización de una nueva manera de empleo del poder terrestre. Sus preguntas directrices fueron: Qué lecciones pueden ser extraídas por EEUU después de 13 años de guerra entre 2001 y 2014. Qué capacidades se requieren en el gobierno, en las operaciones terrestres y de las fuerzas especiales para enfrentar una guerra irregular o híbrida, y asegurar una operación militar exitosa en forma conjunta, interagencial y combinada, como asimismo, satisfaga las exigencias y los requerimientos de los objetivos políticos definidos para la guerra.

Este reporte es muy interesante, y señala a continuación dos importantes tendencias presentes después de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, que fueron:

La guerra terrestre ha evolucionado desde un empleo en combate contra actores estatales y sus fuerzas principales, hacia incidentes crecientes con fuerzas irregulares con el empleo de fuerzas conjuntas contra actores no estatales, incrementándose el empleo de fuerzas especiales y otras unidades con estos fines.

Mientras el Ejército aprende fácilmente lecciones operacionales y tácticas desde la guerra que está luchando, es más complejo y dificultoso reconocer las amplias implicancias, experiencias de mayores repercusiones y su correcta adaptación hacia los niveles estratégicos y políticos.

A continuación, este interesante y muy provechoso estudio, analiza el ambiente operacional en que las fuerzas terrestres de los EEUU se verán enfrentadas en un conflicto a futuro, con un escenario probable levantado a base de las experiencias recientes, identificando los requerimientos críticos para estas fuerzas y medios terrestres en la acciones militares, de modo de operar exitosamente en conjunto con las otras instituciones, las agencias del estado y los socios internacionales en los conflictos híbridos e irregulares.

De esta forma, se explicitan y detallan a continuación las siete lecciones de los pasados trece años de guerra, que incluye las dos guerras de Irak y la de Afganistán, las que se pueden resumir de esta forma:

La elaboración de la estrategia nacional de seguridad ha sufrido un desentendimiento y falta de coordinación en la aplicación del arte estratégico, operacional y táctico.

Es necesario un proceso integrado de civiles y militares, pero no es suficiente condición para una efectiva estrategia nacional de seguridad y su correcto entendimiento y aplicación en los distintos niveles de la conducción militar.

Dado que las operaciones militares se efectúan en el entorno político del Estado en el cual estas intervenciones se llevan a cabo, las campañas militares deben necesariamente basarse en la estrategia política y colaborar decididamente al logro de sus objetivos.

Debido a la naturaleza del ser humano y a la incertidumbre de la guerra, la tecnología no es suficiente substituto para la importancia del conocimiento cultural, político, histórico y social de la comprensión del conflicto y sus causas, como su particular influencia en el desarrollo de las operaciones y la imposición de la paz.

Las intervenciones armadas no deben llevarse a cabo, sin un plan para continuar con las operaciones de estabilización siguientes a la capitulación militar, y debe desarrollarse una capacidad de conducir la transición política y, si es necesario, ejecutar operaciones de contrainsurgencia en el escenario ocupado o conquistado. Es en estas operaciones posteriores al término formal de la campaña bélica tradicional, donde comienza una acción de las fuerzas terrestres, que considera esta nueva teoría, y que debe continuar hasta satisfacer integralmente el objetivo político de la guerra.

La influencia de conformar y desarrollar operaciones no convencionales, puede ser beneficiosa al abordarse conflictos que eliminan o disminuyen la necesidad de intervenciones más grandes, costosas y muy difíciles de revertir en el corto plazo.

La fuerza conjunta requiere en el desarrollo de la campaña militar, del aporte de socios no militares y multinacionales, así como de estructuras de coordinación e implementación con agencias, aliados y organizaciones internacionales.

Desarrollo de estudios de tendencias y escenarios estratégicos futuros

Resulta interesante señalar el estudio prospectivo que periódicamente desarrolla la unidad de doctrina del Comando Conjunto del Ministerio de Defensa de Gran Bretaña, para analizar y adelantar por medio de estudios cualitativos y cuantitativos las condiciones sociales, políticas, tecnológicas y económicas en que los conflictos se verán inmersos en el mediano y largo plazo. El reporte de Tendencias estratégicas globales hasta el 2045, señala detalladamente el contexto probable de la seguridad y la defensa hacia el futuro. Además, vislumbra anticipadamente sus efectos de los conflictos armados que vendrán, afrontando el desafío político del establecimiento gubernamental de planes y políticas para el desarrollo de las capacidades nacionales y militares para enfrentar adecuadamente los cambios globales, que les presentará el entorno político internacional y el desarrollo de los diferentes conflictos mundiales.

En este mismo orden de ideas, el mismo organismo por primera vez ha desarrollado y presentado a la defensa y sus fuerzas armadas, el Future Operating Environment 2035, que proporciona un contexto de seguridad, defensa y operacional más detallado en que probablemente se desarrollarán las acciones militares de futuro, abordando las particulares situaciones de los actores, instituciones, cultura, identidad, tecnología, ciberespacio, espectro electromagnético, entorno físico y aspectos legales de las campañas militares, y que permiten deducir mejores orientaciones para el desarrollo de las capacidades, equipamiento, entrenamiento y educación de sus fuerzas militares.

Consideraciones finales

Las principales implicancias para la defensa y la fuerza deducidas del estudio del “Strategic Landpower, White Paper”, se presentan debido a la presencia de una diversidad de conflictos y a las condiciones ambientales, geográficas y militares que podrán enfrentar los medios terrestres, situación que redunda en el desafío de identificar y desarrollar las capacidades militares adecuadas para resolverlas en un entorno complejo y no tradicional, siendo necesario un mejor entendimiento y coordinación entre los niveles superiores de la conducción política y la estratégica conjunta de la guerra.

De esta forma, es posible señalar una vez más, que la guerra como hecho político y social materializada por humanos para la protección o el logro de sus intereses o los objetivos que aseguren la supervivencia o el desarrollo de una sociedad, están originados en las aspiraciones o insatisfacciones humanas provenientes o presentes en las sociedades nacionales que enfrentan un conflicto armado interno o internacional.

Estas guerras o intervenciones multinacionales con participación de importantes medios militares organizados de manera conjunta bajo estrategias políticas de intervención y claros objetivos de guerra, cada vez se enfrentarán a las características de un entorno más cambiante y complejo, donde la efectiva y rápida obtención de los objetivos tácticos, operacionales y estratégicos, no aseguran inmediatamente la victoria política en la guerra. Es aquí, donde es factible deducir la importancia de la polivalencia, flexibilidad, multi-dimensionalidad, modularidad, altos niveles de sostenimiento y especialmente la capacidad de adaptación, que requerirá a futuro la fuerza militar.

Además, la historia militar ha demostrado que muchos hechos de armas, tales como la 2da Guerra de Irak, la Campaña de Polonia, la 1ra Campaña de Francia, la Campaña de los Balcanes en la II Guerra Mundial, en que las operaciones militares comenzaron de una manera bastante tradicional entre dos o más beligerantes con ejércitos regulares, sin embargo, rápidamente transitaron sus medios a verse envueltos en conflictos de características asimétricas, irregulares o híbridas de larga duración, con enfrentamientos propios de una ocupación militar de un país extranjero, con una fuerte resistencia armada de ex-miembros de las fuerzas militares del país ocupado junto a la población civil local.

Entonces, esta teoría del “landpower” desarrollada por el Ejército de los EEUU, podría aplicar para cualquier enfrentamiento armado tradicional, en que las características particularidades de la situación el dominio humano del vencedor, donde a pesar de cumplir con los objetivos estratégicos y militares conjuntos, no se haya logrado el éxito político de la guerra, o en situaciones en que el adversario político y militar mute hacia el desarrollo de un conflicto de tipo asimétrico presentado un tipo de guerra irregular, por el desbalance de potenciales militares o tecnológicos existentes entre ambos contendores, que vendría a ser lo que se produjo evidentemente en la segunda guerra de Irak.

Por lo anterior, se requiere el estudio, análisis y desarrollo de nuevas estrategias y doctrinas operacionales, para producir una adecuada adaptación a los desafíos de futuro, que orienten desde el más alto nivel el desarrollo de capacidades militares no tradicionales para la coordinación y el empleo de la fuerza conjunta en la operaciones, existiendo importantes centros de estudios de tipo político y estratégicos en los EEUU, España y Gran Bretaña que reconocen la importancia de desarrollar una mayor coordinación de la totalidad de los medios terrestre que actúan en las campañas y operaciones, lo anterior, con el propósito de asegurar el dominio humano y cibernético del escenario conquistado. Vislumbrándose que esta modalidad de coordinación efectiva de los medios terrestres e interagenciales, es la forma más apropiada de asegurar la satisfacción de los objetivos estratégicos, pero lo más importante, el cumplimiento eficaz de los imperativos y requerimientos de los objetivos políticos en una estrecha coordinación e interacción en el teatro de operaciones y el entorno internacional.

De esta forma, la conformación de una equilibrada fuerza conjunta, terrestre, naval y aérea en un escenario acotado bajo un mando y una conducción única, es la forma más eficiente de lograr la obtención de los objetivos estratégicos y establecer una estrategia orientadora de las acciones del nivel operacional y táctico. Entonces, existirá coordinadamente una priorización, regulación, variación y gradualidad del empleo de los diferentes medios presentes en el nivel estratégico y en la campaña conjunta del nivel operacional, la que se dará con distinta intensidad dependiendo del escenario, del adversario y las fases de la operación principal (y de configuración, decisiva o de sostenimiento) que se viva, y siempre bajo una conceptualización conjunta de la guerra y las acciones.

Sin embargo, a pesar de los sólidos fundamentos que se pueden extraer en la validación y comprobación de la aseveración anterior en las distintas doctrinas y conceptualización de la estrategia conjunta de empleo de los medios, es posible evidenciar en los recientes análisis y cambios producidos en los EEUU después de la guerra de Irak y Afganistán, la aparición en el mundo académico-militar de este país, Gran Bretaña y España de diversas iniciativas para implementar una mayor coordinación en el empleo y efectos deseados con los medios terrestres en la campaña militar, con el objeto de asegurar efectivamente el logro del dominio humano, como una condición indispensable y necesaria para sustentar y permitir la consecución integral de los objetivos políticos de la guerra, como hecho que permitirá la paz requerida, de lo contrario, el ciclo del conflicto se presentará sin un fin.

Se vislumbra en las teorías señaladas, que los medios aéreos y navales orientados a dislocar, destruir al adversario donde quiera se encuentre, transportar medios terrestres y lograr con la suma de efectos una rápida capitulación militar del adversario, no tienen una mayor participación en la continuación de las operaciones en tierra para asegurar la obtención de la totalidad de las condiciones exigidas por los objetivos políticos de la guerra, los que ciertamente se relacionan con el establecimiento de la autoridad política y militar para el desarrollo, sostenimiento económico y en general las relacionadas con el dominio humano que será necesario implementar en los territorios conquistados.

Con lo anterior, se comprueba que la indispensable superioridad y el valor del poder de combate conjunto de lo naval y lo aéreo es vital para el éxito estratégico, pero no certifican ni serán suficiente condición para asegurar una victoria política en la guerra, o para permitir con ello, el término total de las acciones militares en el teatro de guerra. Lo anterior, a menos que estas condiciones de seguridad y de estabilidad se obtengan por medio de la capacidad que proporcionan exclusivamente los medios terrestres dirigidos hacia objetivos conceptuales y físicos que configuren el dominio y control de la sociedad objeto del conflicto, sean estos objetivos de origen militar, políticos, estratégicos, operacionales o tácticos.

En esta vinculación del uso del potencial de todos los medios terrestres presentes en la campaña militar, debe lograrse una total sincronía y estrecha coordinación entre las estrategias y objetivos del nivel político con los del nivel estratégico, que resulte en una adecuada acción conjunta operacional y táctica en los teatros de operaciones conjuntos o zonas especiales de operaciones, de defensa y zonas base, pero como condicionante de asegurar en la mejor y más completa forma la obtención del dominio humano, como una orientación política de la guerra, ya que solamente así se establecerán las condiciones de logro de una paz permanente y un entorno internacional más seguro y estable.

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