(Infodefensa.com) Por Jordi Marsal Sin energía no hay movimiento. Sin movimiento no hay vida, no hay actividad. Nuestras sociedades cada vez necesitan más fuentes de energía y esta necesidad irá cada día en aumento, a pesar de los planes de ahorro que se puedan realizar.
Las fuentes de energía tienen una distribución territorial irregular. Hay zonas y países en que son abundantes y otras y otros que no tienen casi ningún tipo de fuente. Este hecho tiene importantes consecuencias geopolíticas y geoestratégicas en los escenarios actuales. La desigual distribución de las fuentes crea relaciones de dependencia entre países productores y países consumidores sin suficientes recursos. Y crea también líneas de transporte de recursos energéticos por tierra y por mar.
Imaginemos un mundo en que los recursos energéticos estuviesen regularmente distribuidos. Aunque algunos países consumieran más de la que produjesen desaparecerían los conceptos de países productores y países consumidores. Desaparecerían o se mitigarían en gran medida las dependencias actuales y con ello la importancia central de las rutas de comercio energético. ¿Cuál sería la nueva posición geopolítica de los principales países productores? ¿Qué nuevas relaciones geoestratégicas se establecerían por ejemplo entre Rusia y la Unión Europea, entre los países de Oriente Próximo y el resto del mundo? ¿Qué nuevas estrategias definiría China en relación con África, con Iberoamérica o en relación a las rutas marítimas en el Océano Índico, aunque siguiera necesitando de otros recursos naturales de estas zonas?
Pero no es esta la realidad. La idea de autosuficiencia energética siempre está presente, aunque muchas veces implícitamente, en las políticas de muchos países. Hoy pocos países entre las principales economías pueden ser (casi) autosuficientes (1). Canadá, Brasil, Rusia y en otro nivel algunos países de Oriente Próximo.
Pero más allá, o más acá, de la imaginación, en los últimos años se analiza sobre la posibilidad real que los EEUU llegasen a ser autosuficientes e incluso exportadores netos en los próximos 20 años (2).
En los años cuarenta del pasado siglo se estableció una especial relación energética y política entre los EEUU y Arabia Saudí. Este hecho, junto con la creación del estado israelí, ha marcado la historia y el presente de Oriente Próximo e incluso han tenido su incidencia más allá de la zona. Durante años la idea de no utilizar los recursos energéticos como arma de presión rigieron el mercado energético y mantuvieron un precio muy bajo y constante del petróleo. Pero en 1973 esta situación se rompió y el 7 de noviembre de este año el presidente Nixon lanzó el Project Independence por el cual se ponía sobre la mesa el objetivo de la autosuficiencia energética para EEUU. Pero con la subida de los precios del petróleo significaba un alto coste. A lo largo de los años todos los presidentes han realizado algunas actuaciones en vista a este objetivo. En el discurso sobre el Estado de la Nación de 2006, Bush avanzó la Advanced Energy Initiative que proponía, entre otras medidas, reemplazar el 75% de las importaciones energéticas desde Oriente Próximo por etanol y otros combustibles. Esta iniciativa cristalizó al año siguiente en la Energy Independence and Security Act. Una parte del problema eran los costes y encontrar fuentes alternativas que permitieran una producción eficaz. La evolución de estas políticas seguramente permite entender mejor las acciones que los EEUU han emprendido en Oriente Próximo o en Asia Central.
En estos años se han ido descubriendo nuevos yacimientos, sobre todo en aguas profundas y han entrado en juego las fuentes no convencionales para obtener petróleo y gas líquido y al mismo tiempo se han desarrollado nuevas tecnologías como la perforación horizontal o la fracturación hidraúlica, que han permitido el acceso a zonas que antes no lo eran o hacer económicamente viables nuevas producciones. También se han desarrollado los biocombustibles, entrando en el mercado los de segunda generación. El gas va cobrando mayor peso en detrimento del petróleo y el mercado del gas también se va independizando del mercado del petróleo en la fijación de precios. Van entrando en el mercado los coches híbridos con combustibles no convencionales. El gobierno de EEUU ha ido reduciendo las necesidades de reservas estratégicas y las ha colocado en el mercado (3).
Todas estas circunstancias van teniendo sus consecuencias. En producción eléctrica EEUU hoy es ya casi autosuficiente. En la producción de gas se han producido grandes avances; así la producción de gas procedente de esquistos ha aumentado a un ritmo de un 45% de incremento anual entre 2006 y 2010 y su peso en la producción global de gas ha pasado de un 4% a un 24% en estos años, aunque desde el punto de vista de su participación en el coste de todas las importaciones ha pasado en el mismo periodo de un 32 % a un 58 %. De 2005 a 2012 las importaciones de petróleo para cubrir sus necesidades han pasado de suponer un 60% a un 42 %. En los próximos años aspira a producir un 65% de sus necesidades de petróleo y el resto importarlo desde países americanos (Canadá, Brasil, Venezuela).
La evolución de las capacidades de producción por parte de los EEUU así como la profundización de su voluntad de autosuficiencia han abierto en los últimos meses un debate sobre la posible autosuficiencia energética norteamericana. Así Philip K. Verleger en sus trabajos afirma que a partir del año 2023 no únicamente habrá autosufuciencia sino que incluso se podrá exportar (4).
Si esto fuese correcto tendría amplias y profundas consecuencias en la geopolítica y la geoestrategia globales y en las políticas futuras norteamericanas. Joseph S. Nye las señalaba en un interesante artículo (5) publicado recientemente. La presencia y política norteamericanas en el llamado Gran Oriente Medio podría cambiar de perspectiva. Y en consecuencia también podríamos asistir a una mayor presencia e implicación de China en la zona. Para los países de la OPEP las prioridades de clientes cambiarían y con ello sus estrategias. Las producciones que antes iban a los EEUU podrían dirigirse a otros mercados, como el europeo que diversificaría así su dependencia energética con posibles repercusiones en sus relaciones con Rusia. Se abre un amplio campo de escenarios posibles (a veces puras especulaciones) que habrá que tener en cuenta en el momento de definir políticas a largo plazo.
Si a ello unimos otros aspectos como la posible apertura de nuevas rutas de comunicación entre el Atlántico y el Pacífico a través del Ártico (además de la explotación de sus recursos energéticos y de otros materiales) que cambian las distancias entre sus puertos (en el Pacífico, en las costas atlánticas de Europa y de Norteamérica) podemos asistir a nuevos hábitos de comercio, también energético, que tendrían sus consecuencias en el área del Mediterráneo y en sus principales puertos comerciales, como los españoles. Todo ello debería ser acicate para las reflexiones y proyecciones geopolíticas y geoestratégicas para los próximos 20 años.
Notas:
(1) Gal Luft: Energy Self-Sufficiency: ARealistic Goal or a Pipe Dream?. Zurich, ISN, octubre 2012
(2) Philip K. Verleger: Energy Independence and The New American Century. The Petroleum Economics Monthly, vol. XIX nº 1, enero 2012
(3) Philip K. Verleger and David Mitchell: Major SPR Oil Sales Likely Over Next Few Years. Petroleum Intelligence Weekly. Vol LI nº 37, setiembre 2012
(4) Philip K. Verleger: The Amazing Tale of U.S. The International Economy, Washington primavera 2012
Philip K. Verleger: Energy Independence and the New American Century: Implications of Energy Independence. The Petroleum Economics Monthly, febrero 2012
(5) Joseph S. Nye: Objetivo, lograr la independencia energética. Madrid, EL PAIS, 5 de agosto de 2012
Jordi Marsal es licenciado en Filosofía y Letras (sección Filosofía) por la Universidad de Barcelona y diplomado en Altos Estudios Militares por el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN). Actualmente ocupa el cargo de Adjunto Civil al Director de este centro.