Tal día como hoy, 14 de junio, pero de 1808, finalizó la Batalla de la Poza de Santa Isabel que enfrentó en un combate naval a las tropas napoleónicas con las españolas. El conflicto, que no registró demasiados enfrentamientos entre navíos, es recordado como una de las victorias españolas más destacadas en este ámbito durante la Guerra de Independencia Española.
Los navíos franceses se encontraban atrapados en la bahía de Cádiz desde hacía tres años. El almirante francés, François Étienne de Rosily-Mesros, decidió intercalar sus barcos con los españoles, conocedor de las crecientes tensiones entre ambas naciones; contaba con menos navíos que sus contrincantes, pero sus barcos tenían un mayor poder armamentístico.
Con el estallido de la guerra, el pueblo no soportó más la presencia de los franceses en la bahía y comenzaron una serie de encontronazos violentos que obligaron a Rosily a prohibir que su tripulación desembarcase en el puerto. Los gaditanos, descontentos debido a que no se comenzaba el ataque contra los franceses, incurrieron en un motín contra el marqués Francisco María Solano Ortiz de Rozas, gobernador de Cádiz, que fue asesinado en la revuelta.
Un combate inevitable
El almirante Juan Ruiz de Apodaca mandaba las fuerzas españolas ubicadas en la bahía de Cádiz mientras se aproximaban refuerzos. Rosily, en inferioridad, trató de retrasar la batalla a través de cartas con las autoridades españolas; lo que realmente buscaba era dar tiempo a tropas del ejército napoleónico que se aproximaban por tierra.
El capitán general Tomás de Morla y Pacheco, nuevo gobernador de la ciudad tras el motín, ordenó los preparativos para el ataque. El 9 de junio envía una advertencia a los franceses instándoles a la rendición incondicional en dos horas. Rosily se negó y así comenzó el ataque. Los cañonazos restallaron en la bahía. Los franceses, que habían escogido buenas ubicaciones para el combate, lograron resistir auqnue con grandes pérdidas.
Al día siguiente, Rosily trató de negociar con Morla para que su escuadra pudiera salir sin ser atacados, pero el español consideró que las negociaciones habían terminado y le fue negado.
El 14 de junio, entre cascotes y una inferioridad muy destacable, se volvió a exigir la rendición a Rosily. El almirante se vio finalmente obligado a capitular, marcando el final de la batalla. En total se hicieron 3.676 prisioneros y se capturó un botín de 5 navíos de línea y una fragata con toda la carga de artillería que albergaban.