Intervención rusa en Siria
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Intervención rusa en Siria

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(Especial Ceeag para Infodefensa) El conflicto sirio constituye un escenario en donde interactúan y se posicionan las potencias locales y globales en un nuevo contexto mundial. Rusia ha ejercido un agresivo y consistente plan de empoderamiento a escala mundial, donde el escenario sirio es uno de los ejemplos más evidentes al respecto.

Tras el inicio de la guerra civil, producto del movimiento pan-árabe conocido en Occidente como la Primavera Árabe y la resistencia del régimen de Bashar Al-Assad a dicha corriente, Rusia se convirtió en un factor clave en el conflicto, siendo el principal aliado de Siria. Moscú mantiene intereses geopolíticos en la región, prueba de ello son las dos importantes bases militares en su territorio: una base naval en el puerto de Tartús que le da acceso al Mediterráneo y presencia en la entrada al Mar Negro y el Canal de Suez; y una base aérea en la localidad de Latakia, fundamental en los ataques aéreos contra la insurgencia del régimen sirio. La acción de las fuerzas armadas rusas fue de tal magnitud que lograron revertir la situación posicionando a Moscú como un actor clave en la zona, rol que no tenía desde la Guerra Fría. Y es precisamente lo que buscaría el presidente Putin: reestablecer el antiguo poderío de la Unión Soviética, con todas las implicancias que ello conllevaría, es decir, restaurar las antiguas alianzas con regímenes autoritarios o totalitarios lo que consecuentemente generaría conflictos con Estados Unidos y la OTAN (Tratado del Atlántico Norte).

La exitosa campaña militar ha venido acompañada de una efectiva construcción de alianzas políticas, cuyo reflejo más significativo es la reunión cumbre Irán, Rusia y Turquía en el mes de abril del presente año que busca establecer los pasos a seguir en la región sin la presencia de EEUU y sus aliados occidentales. La situación es particularmente compleja para los EEUU y sus aliados en la región (Arabia Saudita e Israel), que ven cómo el eje Moscú-Teherán adquiere cada vez más fuerza.

El caso de Turquía es particularmente delicado, ya que es un miembro de la OTAN vital para la alianza militar, que se ha ido distanciando paulatinamente de Occidente desde la llegada de su actual presidente Recep Tayyip Erdoğan. Ankara está cada vez más distante de la política occidental, mostrando lentos, pero paulatinos acercamientos con Moscú y Teherán. A este alejamiento entre Turquía y EE.UU. se suma el apoyo que la Casa Blanca otorga a las milicias kurdas, que en el norte de Siria combatieron al autodenominado Estado Islámico. Ankara ve como una amenaza a su integridad territorial y a su seguridad el control de la zona norte del territorio turco por parte de las guerrillas kurdas, lo cual ha implicado el ingreso de tropas de esa nacionalidad a territorio sirio y la toma del bastión kurdo de Afrin.

La situación en Siria es el reflejo de un contexto más hostil para los EEUU y sus aliados, no sólo en la región, sino que en varios frentes del mundo, donde existe una tendencia hacia un nuevo escenario de bipolaridad entre Washington y sus aliados versus Moscú-Beijing; cuestión que está siendo asumida lentamente por las capitales occidentales. La declaración de Taormina y los Acuerdos de Minsk parecen ser viejas aspiraciones de una época extinta.

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