Los problemas aparecidos en los fusiles de asalto G36 en dotación en el Ejército alemán, que, por cierto, no se han detectado en los que equipan a nuestros soldados, han puesto de manifiesto las tensiones entre los ejércitos alemanes, la organización de adquisiciones y la industria, especialmente desde la llegada al poder de la ministra von der Leyen.
Según los datos más recientes, la industria de defensa alemana ronda los 30.000 millones de euros de ventas anuales, de los que algo menos de la mitad corresponden a la exportación. Su aportación al PIB alemán, en torno al 1% del total, no se considera internamente como una aportación significativa para la economía general. Desde la reunificación ha experimentado una importante reconversión y según algunas fuentes se habrían perdido hasta un 75% de los empleos que tenía hace un cuarto de siglo.
El aspecto de la exportación de armamento es un tema especialmente sensible en Alemania y provoca un intenso debate con planteamientos ciertamente contradictorios. El actual acuerdo de la coalición de gobierno menciona cierta limitación política sobre las exportaciones de defensa, pero al mismo tiempo cita la necesidad de impulsar el desarrollo tecnológico y la presencia en otros mercados a través de terceros, aunque teniendo en cuenta que en esos casos se estará a lo que dicte la legislación alemana.
En general, la política de defensa está condicionada en Alemania por diferentes factores que afectan tanto a su desarrollo como a su estructura. En cuanto a su desarrollo la herencia del final de la Segunda Guerra Mundial es todavía muy pesada. La reunificación tras el final de la guerra fría, con la integración de los lander de la antigua RDA, ha planteado una problemática adicional en cuanto a la diferencia de percepción que tienen sobre la defensa los antiguos ciudadanos de la RDA y RFA. Los primeros, por cierto, empiezan a tener una presencia significativa en la Bundeswehr. Una situación que añade particularidades a las ya particulares percepciones de la sociedad alemana sobre su defensa, que pueden tener alguna comparación con el caso español.
El papel de Alemania en el marco general de seguridad europea ha sido objeto de intensos debates. La propia ministra, en una intervención realizada en Múnich a principios de 2014, manifestó que Alemania no debe estar fuera de los temas de seguridad europea. Aunque Francia y Alemania son los tractores del desarrollo económico europeo, en materia militar el papel predominante lo está jugando el eje París-Londres, sobre todo desde la firma de los acuerdos de Lancaster House. La percepción es que Alemania se queda fuera del tablero de juego en defensa. Para compensar, desde el país se ha pretendido potenciar el tratado del Elíseo firmado hace más de 50 años por De Gaulle y Adenauer. En materia industrial esta idea puede estar, por ejemplo, detrás de la fusión entre KMW y Nexter o en la mayor “agresividad” alemana en el marco de grandes compañías multinacionales europeas.
Desde el punto de vista global, la respuesta a la pregunta sobre qué papel debe jugar Alemania en la seguridad global europea puede haber venido de la mano de la crisis de Ucrania, que ha permitido un mayor esfuerzo alemán hacia sus zonas naturales y tradicionales de influencia, aunque no sin recelos por parte de algunos países limítrofes.
Desde el punto de vista organizativo, desde la constitución de la RFA se ha pretendido “alejar” a los militares del diseño y la fabricación de armamento y, sobre todo, de la gestión de los programas de adquisiciones. La organización de adquisiciones alemana, una agencia civil que mantenía unas relaciones correctas y eficientes con los usuarios, se ha visto recientemente acusada de ineficiencias que llevaron, hace aproximadamente un año, a realizar una auditoría externa sobre el sistema de adquisiciones y la gestión de los principales programas. Los programas auditados fueron el A400M, el EF2000, el NH90 y el Tigre. La agencia de adquisiciones se quedó fuera del proceso de auditoría, que implicó unos costes importantes. Igualmente el proceso se realizó sin participación ni consulta a las principales industrias proveedoras.
La auditoría planteaba ciertas deficiencias que en buena medida se achacaban al contratista principal y a deficiencias por parte de la organización responsable de la gestión de los programas. En cuanto a los primeros se indicaban problemas de estructura interna del proveedor como causas de alargamiento de los plazos y sobrecostes. Sobre los segundos se planteaban ineficiencias por una representación inadecuada del Ministerio de Defensa alemán en las agencias internacionales responsables de la gestión y una desconexión entre Fuerzas Armadas y la agencia de adquisiciones nacional.
Algunas fuentes alemanas indican que detrás de todo este proceso puede verse cierta voluntad política por parte de las autoridades de influir de forma más directa en las organizaciones internacionales de gestión de los programas y sobre las propias industrias. En un plano más interno, las mismas fuentes indican que el debate entre Fuerzas Armadas y organización de adquisiciones, que siempre ha estado presente, pretende en último extremo una mayor injerencia desde el usuario en la agencia de adquisiciones para tener un mayor control interno sobre los programas.
Sin entrar a valorar los intereses más o menos particulares que pueden estar detrás de la situación actual alemana, las condiciones planteadas manifiestan contradicciones internas en un sistema de adquisiciones que en algunos casos se ha mostrado como un ejemplo a seguir, pero que tiene sus ineficiencias y que está afectando al desarrollo de los programas en cooperación con otros aliados europeos.