Buena parte de los análisis más recientes dedicados a estudiar la evolución prevista para los próximos años en el sector de la industria de defensa mundial presentan un moderado optimismo en cuanto a la recuperación del mercado tras unos años de caída. En general, se apunta a una estabilización e incluso a cifras de crecimiento moderadas en el mercado global. Esta afirmación, sin embargo, debe matizarse, puesto que se plantea en segmentos no tradicionales y con cierto desequilibrio geográfico.
A nivel mundial se presentan mayores posibilidades de crecimiento en países de Asia-Pacífico y Oriente Medio, seguidos por África y Sudamérica, mientras que, posiblemente, se produzca un estancamiento en Europa y América del Norte.
La confirmación de la preponderancia del mercado asiático viene acompañada por un mayor énfasis en la necesidad de que los sistemas sean costeables. Los potenciales compradores se fijan cada vez más en adquirir lo que realmente pueden pagar y sostener en lugar de buscar el “último grito” tecnológico. La industria debe proporcionar bienes que puedan ser más rentables, en términos de coste-eficacia, aún renunciando al último estado del arte. Un ejemplo de lo que decimos puede encontrarse en el caso de los aviones de combate, donde las opciones Gripen o Rafale han resultado más atractivas en determinadas operaciones frente al Eurofighter. El aumento de las exportaciones de sistemas chinos a países africanos puede también responder a esa tendencia.
La caída de los mercados domésticos ha obligado a realizar esfuerzos en la internacionalización, lo que ha favorecido la competencia, pero al mismo tiempo ha producido la vuelta a una cierta “nacionalización” de las políticas de los gobiernos, especialmente europeos, para preservar su base industrial. Se aprecia, por tanto, una paradoja: las compañías están más dispuestas a competir en el mercado internacional pero los gobiernos adoptan medidas para proteger la industria doméstica de la penetración exterior. Por supuesto, en países en desarrollo, la mayor parte de las operaciones están acompañadas de acuerdos de transferencia de tecnología y cooperación industrial como exigencia de los compradores para potenciar su tejido industrial. Una tendencia tradicional que se plantea ahora con mayor claridad en zonas como Iberoamérica o el norte de África.
Algunos mercados considerados hace solo unos años como emergentes, principalmente Rusia y Brasil, aunque por razones diferentes, han dejado de ser considerados mercados atractivos. Los países europeos y Estados Unidos pierden potencial de atracción como mercados de exportación, mientras que otros como Australia, Canadá, Indonesia, Corea del Sur o incluso Japón, cobran mayor interés.
Aunque el sector aeroespacial sigue siendo el que representa mayor volumen económico en términos absolutos, en valores relativos aumenta la importancia de sectores no tradicionales como la ciberseguridad. La mayoría de las grandes firmas de defensa considera este sector como una necesidad desde el punto de vista de protección corporativa y no solo como una oportunidad de negocio. La protección interna es uno de los principales desafíos junto con otros de orden ‘administrativo’, como la incertidumbre regulatoria, u ‘organizativo’, como la fragmentación de los clientes o la incertidumbre de las previsiones de política de defensa a largo plazo.
Desde un punto de vista europeo la situación presenta algunas características específicas.
En relación con el mercado interior, las posibilidades financieras de la década 1995-2005 solo se recuperarán a medio plazo, en el entorno de 2020. En esa situación las compañías europeas deberán mantener su esfuerzo en la internacionalización, a menudo compitiendo entre ellas y con mayor presencia de empresas procedentes de exportadores no tradicionales (Rusia y China) que ofrecen productos competitivos a menor coste y con mayor atractivo para algunos clientes. Ese esfuerzo en internacionalización se planteará, previsiblemente, en unas condiciones de mercado interno europeo con mayores barreras domésticas, aunque sean enmascaradas, y a pesar de los esfuerzos de la Unión Europea para favorecer la unidad de mercado en defensa.
En ese escenario Europa debe plantearse una mayor cooperación para racionalizar la oferta y mejorar la competitividad produciendo sistemas realmente atractivos en términos de coste. El fomento de la cooperación industrial debe venir acompañado de actuaciones sobre la demanda para que sea más coherente y con previsiones más estables. La excesiva fragmentación de oferta y demanda puede ser una de las principales barreras para el desarrollo de un sector industrial europeo realmente competitivo.