El lechero gallego
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El lechero gallego

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Decía un ganadero gallego hace unos días que el problema del sector lácteo español se debía a la falta de una estrategia común para negociar en el exterior. Los conocimientos estratégicos de ese ganadero serán, posiblemente, limitados, pero su reflexión no deja de tener un gran sentido común que puede extenderse a otros ámbitos.

En julio de 2014 el Consejo de Ministros aprobó la Agenda para el Fortalecimiento del Sector Industrial en España que se presentó como un “plan de acción integrado” para contribuir al crecimiento de la industria e incrementar su peso en el conjunto del PIB. Una de las medidas contempladas reflejaba la necesidad de estimular la demanda en algunos sectores, como el automovilístico.

Se trata éste de un sector que contribuye de forma importante al porcentaje de aportación industrial al PIB, siendo el de mayor volumen de exportación y con mejor saldo de balanza comercial. El volumen de exportaciones del sector automovilístico español se sitúa en el 75% de la producción. Su actividad afecta tanto a grandes empresas como a multitud de compañías de diferente tamaño que están en cabeza mundial en la fabricación de componentes. Además, su actividad se desarrolla por toda la geografía nacional.

Desde el punto de vista de la demanda interna, las Fuerzas Armadas y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado son sin duda importantes clientes del sector. Tanto los Ejércitos como la Guardia Civil o el Cuerpo Nacional de Policía disponen de un parque de vehículos muy variado y con necesidades de renovación prácticamente constantes. La obsolescencia de algunas de las familias en servicio es fuente de preocupación de los responsables de estas fuerzas.

Aunque la resolución por la que se daba publicidad al acuerdo de Consejo de Ministros de 29 de mayo de 2015, por el que se determinan capacidades industriales que afectan a los intereses esenciales de la Defensa y Seguridad Nacional, no menciona expresamente al sector de la automoción, nos parece evidente que se trata de un soporte básico para el buen funcionamiento de los organismos responsables de nuestra seguridad y defensa y para el cumplimiento de sus misiones. No hablamos solo de grandes vehículos de combate, sino de otros de tipo ligero, medio o pesado que realizan actividades tanto operativas como de otros servicios de carácter administrativo o logístico. Una parte importante de las empresas españolas fabricantes de componentes o conjuntos, han nacido o se han desarrollado gracias a proyectos de seguridad y defensa.

El Real Decreto Ley 10/2015 de 11 de septiembre se ha hecho conocido entre la opinión pública como el de “la recuperación de la paga extra a los funcionarios”. Sin embargo, incluye otras medidas, como la concesión de un crédito extraordinario para el presupuesto de 2015 del Ministerio de Defensa de 20 millones de euros para la adquisición de vehículos para el Ejército de Tierra.

Sin duda, unos créditos que serán bienvenidos, aunque el calendario dirá si con los plazos de gestión impuestos por la normativa vigente se asignan con la debida oportunidad para aprovecharlos eficientemente. En cualquier caso, teniendo en cuenta las características especiales del cliente, con esa cantidad se atenderá a una demanda que rondaría el centenar de unidades de diferentes clases.

El problema que apreciamos está ciertamente relacionado con la opinión de nuestro lechero gallego. Si tal y como pretende la agenda para el fortalecimiento industrial, es preciso estimular la demanda interna, las soluciones puntuales respondiendo a calendarios de oportunidad no parecen la mejor medida para establecer estrategias adecuadas.

Tras tres años con inversiones limitadas en los que se ha hablado de la necesidad de optimizar la inversión pública, estas medidas concretas no actúan sobre el fondo del problema. Las Fuerzas Armadas y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado están en condiciones de convertirse en un cliente doméstico importante para impulsar la demanda interna de un sector con gran potencial. Quizás solo haga falta establecer estrategias específicas entre industria y cliente. Para ello es preciso levantar un poco la vista y mirar a un horizonte de tres años y no de tres meses.



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