La cumbre de Camp David y el tablero asiático
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La cumbre de Camp David y el tablero asiático

Estados unidos japon corea del sure
Encuentro entre los presidentes de Corea del Sur, Japón y Estados Unidos. Foto: Casa Blanca
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El 18 de agosto pasado, y a instancias de Estados Unidos, se reunieron en Camp David Fumio Kishida, primer ministro japonés, Yoon Suk-yeol, presidente de Corea del Sur, y, por supuesto, el presidente Joe Biden. El documento que, con un lenguaje pretendidamente poético, “recoge el espíritu de Camp David”, esconde en realidad una nueva vuelta de tuerca a la política estadounidense de confrontación con China, e intenta consolidar su estrategia de alianzas en el Pacífico con Corea del Sur y Japón.

El documento

El interés de Estados Unidos no es sólo militar; se estima que en el Mar de la China existen reservas de petróleo por once mil millones de barriles que se disputan con Taiwán, Brunei, Filipinas, Malasia, Indonesia y Vietnam. Quizás esa sea una de las razones por la que el estrecho de Taiwán, vital para el comercio internacional, deba ser considerado una “zona de paz y estabilidad”. Ello a pesar que continúan las medidas contra China, como por ejemplo la orden ejecutiva firmada por Biden para limitar las inversiones en áreas consideradas estratégicas con el fin de impedir la transferencia de tecnología, desde inteligencia artificial hasta computación cuántica.

Continuando con el esfuerzo del lenguaje poético, el documento habla “de una nueva era de cooperación trilateral”, como resultado de una política de “décadas y décadas” de cooperación contra amenazas comunes, denunciando “el comportamiento agresivo y peligroso” de China “en relación a las “reivindicaciones marítimas ilícitas en el Mar de la China Meridional”. El presidente de Corea del Sur ha comentado que “la mayor coordinación entre Corea, EEUU y Japón requiere unos cimientos institucionales más sólidos, ya que los desafíos que amenazan la seguridad regional deben abordarse con un mayor compromiso de trabajo conjunto”. Los chinos han expresado su molestia por estas declaraciones, considerando que es una política dirigida a la creación de una “mini OTAN” o una “OTAN del Pacífico”. Algo difícil de negar ya que los temas de defensa y seguridad son la médula de los acuerdos.

Acuerdos militares

Los dirigentes de los tres países se comprometieron a planificar en forma metódica y continua un proceso de ejercicios militares anuales, conjuntos y con otros países, con maniobras en los ámbitos terrestres, marítimo, tanto de superficie como submarino, aéreo y cibernético, elevando así el grado de interoperabilidad y conjuntez de las fuerzas participantes. En el ámbito de inteligencia se comprometieron a un mayor intercambio de información sobre nuevos misiles, actividades de guerra electrónica y lavado de cripto monedas. 

El presidente Biden lo expresó así: “Lo que es más importante, todos nos hemos comprometido a consultarnos mutuamente y responder con rapidez a las amenazas contra cualquiera de nuestros países, cualquiera que sea su origen. Eso significa que tendremos una línea directa para compartir información y coordinar nuestras respuestas siempre que haya una crisis en la región o que afecte a cualquiera de nuestros países”. Esto muestra la importancia que Estados Unidos le viene asignado a la región, dado que la comunicación directa y el intercambio de información se efectuará tanto en tiempos de paz como de conflicto.

Un punto aparte es un plan para intercambiar en tiempo real información sobre radares y satélites con el fin de interceptar misiles balísticos que pudieren provenir de Corea del Norte, y que esperan esté operativo antes de fin de este año. En la misma línea se formará un grupo de trabajo de contramedidas electrónicas para combatir los cyber ataques que adjudican a corea del Norte.

Acuerdos políticos

En un lenguaje cuidadosamente calibrado, el comunicado habla del comportamiento “agresivo y peligroso de China” en el Mar de la china meridional y también se refiere al espinoso tema de Taiwán, reafirmando la importancia de esta zona vital para el comercio y propugnando por mantener “la paz y la estabilidad en esta zona”.

Biden también envió un mensaje al acordar las partes en celebrar este tipo de encuentros una vez al año, convirtiéndolos en institucionales. Algo muy importante si se tiene en cuenta que el año próximo se celebran elecciones presidenciales en Estados Unidos y que Trump, por más obstáculos legales que se le opongan, aparece con buenas posibilidades de llegar a la Casa Blanca. De esta forma se intenta aventar la posibilidad de un cambio en la política exterior americana, y mantener la actual política de alianzas a nivel global.

Las alianzas norteamericanas en el Pacífico

Estados Unidos es una potencia global, y como tal intenta mantener su dominio a esa escala. En esta etapa, la potencia capaz de disputar esa hegemonía es China, que cuenta con el poder económico, financiero y militar. También con una dirigencia estable, medios suficientes y sobre todo, con una estrategia a largo plazo. Entre otros factores, es por ello que el eje de la cuenca Indo-Pacífico ha cobrado tal importancia.

Estados Unidos cuenta con una serie de pactos regionales que le permiten, bien el control, bien las actividades de inteligencia necesarias para mantener ese control. El pacto Aukus, firmado en 2021 entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia permite una base segura para operar en el sur del Pacífico y la base de escuchas globales en Australia, Pine Gap, permite la obtención de inteligencia sobre China. Esta base continuó el pacto de Five Eyes, un acuerdo de inteligencia que formaba parte de la red Echelon que comenzó a funcionar luego de finalizada la segunda guerra mundial e integrado por Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Nueva Zelanda y Australia. En sus inicios su utilizó para monitorear a la Unión Soviética, pero continuó luego como parte de un plan de escuchas globales.

Luego de finalizada la segunda guerra, y tras el triunfo de la revolución en China en 1949, Estados Unidos se dedicó a consolidar un sistema de alianzas con Japón, Corea, Filipinas y, por supuesto, Taiwán. El tipo de acuerdos como el celebrado en Camp David tiende entonces a afinar ese dispositivo militar estadounidense, tanto en bases operativos como en materia de inteligencia.

Ya Brezinsky, uno de los estrategas de la política exterior americana junto con Kissinger, en su libro El gran tablero mundial, publicado en la década de los noventa, advertía sobre “el peligro que China se transformara en potencia global”, algo que consideraba debía evitarse a cualquier costo, incluyendo la posibilidad de una guerra. Algo que los actuales gobernantes norteamericanos parece no olvidaron.





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