Juramento a la Bandera, más que una ceremonia un compromiso de por vida con la Patria
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Juramento a la Bandera, más que una ceremonia un compromiso de por vida con la Patria

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Cada 9 y 10 de julio, los chilenos recuerdan con orgullo y emoción aquella gesta histórica de la última campaña de la Guerra del Pacífico. El Combate de La Concepción, lugar en el cual una pequeña guarnición militar, compuesta por tan solo 77 jóvenes soldados, 2 mujeres y un recién nacido, entregaron sus vidas en cumplimiento del sagrado deber con la patria.

Esta heroica epopeya acontecida hace 140 años en la serranía peruana, es el faro espiritual en que descansa el férreo compromiso de quienes abrazan la carrera militar en el Ejército de Chile, ya sea profesionalmente o porque se encuentran cumpliendo su servicio militar. Es así que, el presidente Ramón Barros Luco estableció por el Decreto N°1.488, del 4 de junio de 1914, que el Juramento a la Bandera se debía hacer el día 9 de julio de cada año, siendo la ceremonia más importante para los nuevos soldados de la institución. En esta fecha solemne confluyen tres actos: el homenaje a la bandera nacional, que une a todos los chilenos; el recuerdo de la gesta de la batalla de La Concepción y el Juramento que hacen los hombres y mujeres del Ejército.

Así como en Chile, son muchos los países que tienen el mismo ritual y también han buscado una fecha simbólica de su historia para que sus hijos juren ante la Bandera Nacional como compromiso simbólico con la patria, dejando de manifiesto un profundo respeto a Dios, su País y sus tradiciones.

Como nos relata la Academia de Historia Militar, “La guarnición chilena del pueblo de La Concepción se componía de un total de 77 hombres, bajo el mando del recién ascendido capitán Ignacio Carrera Pinto. Se trataba de uno de los tantos destacamentos entre los que estaba repartido el contingente chileno que se hallaba operando en la sierra peruana. Dicha guarnición sufrió un sostenido ataque desde, aproximadamente, las dos y media de la tarde del día 9 de julio de 1882 hasta las nueve de la mañana del día siguiente. Primero los chilenos defendieron las entradas de la plaza del pueblo, pero con el paso de las horas debieron replegarse a su cuartel. En la mañana del día 10 solo sobrevivían cinco hombres, siendo el subteniente Luis Cruz Martínez el de mayor graduación. Sin embargo, el muy superior número de enemigos (la historiografía en general sostiene que la fuerza de la división peruana del coronel Juan Gastó constaba de entre trescientos a cuatrocientos hombres armados, más una masa de indígenas guerrilleros cuya cantidad era aún mayor) no tardó en imponerse, por lo cual no quedó ningún chileno sobreviviente en esta acción de guerra. Poco rato después de consumado el aniquilamiento de la guarnición, llegó al poblado la división del coronel Estanislao del Canto, a cuyos integrantes les tocó contemplar el dantesco panorama”. Sin embargo, la bandera chilena aún continuaba en lo alto de lo que quedaba del cuartel de La Concepción como mudo testigo del acto sublime que había ocurrido hace pocos momentos.

Luego de explorar la historia universal y contrastarla con la síntesis que ofrece este relato, es posible encontrar muy pocas ocasiones equivalentes a la librada por los valientes chacabucanos, siendo quizás la batalla por las Termopilas, durante la segunda guerra médica entre Grecia y el imperio persa (480 A.C), un ejemplo similar. En ambos casos es posible apreciar factores de convergencia tales como; la defensa de una posición crítica, el hecho de enfrentarse en inferioridad numérica y sucumbir hasta el último combatiente con el líder a la cabeza de su tropa como lo fue en el caso de Carrera Pinto y Leónidas, respectivamente.

Ayer fue Bueras, Carrera, Prat y tantos otros héroes que dejaron sus vidas en el campo de batalla, hoy quizás sea el personal de la salud quienes, luchando contra la pandemia del Covid-19, ofrecen su mejor esfuerzo para superar los difíciles momentos que ha vivido el país. Del mismo modo, nuestros bomberos, soldados, marinos y aviadores que, junto a las policías, día a día se enfrentan a riesgos en beneficio del bien común, poniendo muchas veces en peligro sus vidas para salvar la de otros.

Para finalizar, es importante reflexionar que, este acto es un compromiso de honor cuyo valor trasciende al mismo Ejército, que se vincula con la patria y con la nación chilena y surge espontáneamente entre las personas con quienes propendemos a un mismo fin, como son los ciudadanos de Chile, los cuales vibran año a año con el juramento de sus hijos, dando fiel testimonio de la unión entre civiles y militares, formando un lazo indisoluble que se desprende de nuestra historia.

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