El futuro de la defensa en España: cambio de paradigma
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El futuro de la defensa en España: cambio de paradigma

Antonio Fonfría, coordinador del Foro Infodefensa 2023, expone sus conclusiones de la octava edición del evento
Segunda mesa foro infodefensa
Mesa del Foro Infodefensa. Foto: IDS
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El Foro Infodefensa pretende generar un debate profesional y profundo sobre varios aspectos relativos a la evolución y perspectivas de futuro de la defensa en España. La actual situación –muy distinta a la de años precedentes-, en la que la guerra entre Ucrania y Rusia ha puesto de manifiesto importantes debilidades en los países europeos en general y en España en particular, supone un punto de inflexión que reclama un análisis estratégico de la situación y de hacia dónde ha de transitar la defensa española en los tres vértices del triángulo de acero: la política, la industria y las Fuerzas Armadas. Obviamente, la coordinación entre ellos ha de ser máxima a fin de encontrar las posiciones interna y externa adecuadas, ya que a la situación geopolítica ha de unirse el nuevo rumbo adoptado por la UE desde hace unos años. No hay que olvidar que otro actor de creciente importancia para los desarrollos tecnológicos son las universidades y centros de investigación, los cuales juegan un papel relevante impulsado por las propias políticas de la UE, por lo que han de encontrarse presentes entre los agentes a considerar. El objetivo, en fin, es avanzar en soluciones a medio y largo plazo en los aspectos que se han tratado.

Los tres grandes aspectos analizados: el presupuesto de defensa, la industria de defensa y sus retos y, finalmente, el papel de la política y los políticos, tratan de cubrir los tres vértices del triángulo. No obstante, los aspectos de innovación tecnológica y la creciente participación de las universidades y otros centros de investigación han estado presentes en el conjunto de las intervenciones.

En el ámbito supranacional, la política que está desarrollando la UE en el terreno de la defensa exige la cooperación entre los distintos agentes mencionados y supone un importante cambio en las reglas de juego tanto en el nivel nacional como en el europeo. Es por lo tanto obligado que esta nueva situación modifique las estrategias de los distintos actores involucrados, algunos por la necesidad de supervivencia -las empresas-, otros debido a su situación como reguladores y financiadores -el Ministerio de Defensa-, los políticos obligándose a reconocer, por fin, que la política de defensa debe sustraerse de los debates de intercambios parlamentarios y ser realmente una política de Estado y, los centros de investigación y universidades incrementando su colaboración en la generación de tecnologías de uso dual y militar.

Considerando cada una de las mesas que se desarrollaron en el Foro, cabría destacar algunas cuestiones de particular relevancia que fueron objeto tanto de la presentación de los componentes de las mesas, como de los posteriores debates que siguieron a continuación.

Así, con relación a los aspectos presupuestarios, la falta de presupuestos adecuados durante un amplio período de tiempo ha conducido a una importante descapitalización de las FAS, creando problemas incluso de operatividad, con lo que ello supone en términos de seguridad para el país. No obstante, la cantidad del presupuesto no es la única variable a considerar. Si bien con presupuestos exiguos y comprometidos en buena parte antes de comenzar el año el margen de maniobra es ciertamente escaso, ello no quita importancia -más bien al contrario-, a la cuestión de qué se hace con dicho presupuesto. En otras palabras, si la asignación de esos recursos es la más adecuada teniendo en consideración las necesidades estratégicas, los riesgos y las amenazas existentes. Más aún, si con el incremento de presupuesto iniciado en este año 2023, hay capacidad gestora suficiente como para llevar a cabo el volumen de gasto e inversión de manera adecuada tanto en términos de eficiencia como de eficacia, y no solo a corto plazo, sino teniendo en cuenta un horizonte presupuestario a 2029 de unos 28.000 millones de euros.

A esta situación, no muy halagüeña, cabría sumar la rigidez del presupuesto derivada del endeudamiento existente en un marco de consolidación fiscal inexcusable. La única opción válida reposa en el crecimiento del PIB -aunque no de cualquier manera-, orientado hacia actividades de elevado valor añadido. En este sentido, la financiación a las empresas derivada de los préstamos otorgados a través del Ministerio de Industria, generan problemas en dos líneas distintas: la baja asunción de riesgos por parte de las empresas destinatarias y la distribución de dichos recursos. Sin embargo, el apoyo financiero a la industria sigue siendo una necesidad, aunque el problema es que sigue descansando en los presupuestos nacionales. Es por ello que el interés de la UE supone un punto de inflexión positivo, pero plantea el desafío de que la dotación de créditos sea capaz de atender las necesidades de las FAS y apoyar la BTID conjuntamente.

Adicionalmente, el presupuesto es un instrumento fundamental en el que se apoya la capacidad negociadora de los países, más aún en un marco multilateral -OTAN, UE-, y permite fijar la posición española. La necesidad de un presupuesto plurianual se muestra como pilar básico en este sentido, ya que, cada vez de manera más intensa, las posiciones de país se reflejan en el medio y largo plazos.

Pero el incremento del presupuesto nacional junto con el nacimiento de las políticas de la UE en defensa supone un cambio de paradigma. Si a ello se une la necesidad de orientar una parte de los esfuerzos hacia tecnologías disruptivas, la situación se hace realmente mucho más compleja. De aquí se deriva la existencia de un nuevo ecosistema de defensa movido por varios aceleradores, como puedan ser la pandemia, las nuevas políticas europeas, la invasión de Ucrania, el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN o los incrementos presupuestarios. Por lo tanto, toca mover ficha tanto al Ministerio de Defensa, como a las empresas del sector.

En este sentido, hay elementos que se erigen como básicos para hacer frente a estos retos. Entre ellos cabría destacar la generación y -sobre todo-, la retención de talento, una parte del cual se encuentra oculto en las PYMES, que además tienden a ser más disruptivas en el terreno tecnológico que las grandes empresas, debido a su mayor agilidad para adaptarse a los movimientos del mercado. Por ello se hace absolutamente necesario pensar en términos del cliente del futuro, alineando así, los objetivos tecnológicos, los de capital humano y las demandas esperadas.

El papel que juegan los contratistas principales en este nuevo ecosistema no es menor. Su capacidad para participar en los grandes proyectos europeos e internacionales, supone un elemento básico para generar unas cadenas de suministro nacionales e internacionales dentro de las cuales se encuentran las PYMES y numerosas startups tecnológicas. Una buena parte de esta capacidad de obtención y difusión de las grandes empresas depende de su fortaleza tecnológica, de su capacidad financiera y de su capacidad de influencia. Es por ello que el tamaño es un factor relevante, más aún teniendo en consideración que los competidores europeos -y obviamente, los no europeos-, poseen un tamaño mucho más elevado que las grandes empresas españolas. Aparece aquí la posibilidad de repensar el campeón nacional como forma de aglutinar fortalezas, tamaños y capacidades financieras, tecnológicas y de negociación. En definitiva, la industria española de defensa ha de asumir nuevos riesgos y tomar posiciones estratégicas a largo plazo.

En esta situación de profundos cambios es difícil obviar el papel que han de jugar las fuerzas políticas. El punto de partida es el mencionado anteriormente de establecer la defensa como una política de Estado, en la que la cooperación institucional sea fundamental y todo ello se base en una clara conciencia de Estado. Este aspecto es particularmente relevante ya que implica varios aspectos, como la propia continuidad y previsibilidad presupuestaria, cuya instrumentación puede darse a través de distintas vías, como la legislativa. Cierto es que España cuenta con una debilidad importante que se refleja en sus políticos, cual es la falta de conciencia de este tema, la secular falta de conocimientos y la escasa formación sobre defensa. En el plano estrictamente político, además, el control parlamentario es insuficiente si se compara con el que se desarrolla en otros países, al igual que los debates acerca de las necesidades de capacidades y sistemas. En definitiva, se echa de menos un claro pensamiento estratégico entre los políticos que desemboca en importantes carencias cuyo impacto se nota en diversos ámbitos de la defensa.

En definitiva, es el momento de plantear nuevas estrategias y políticas que las desarrollen, teniendo claros los objetivos como condición necesaria para ello. El establecimiento de una nueva y clara estrategia presupuestaria, la imperiosa necesidad de una política industrial de defensa que sea capaz de recoger los factores estratégicos de los próximos años, con una clara definición temporal y presupuestaria, así como inclusiva para con las pymes y universidades y centros de investigación y, por último, un papel más activo y menos segado políticamente, que ponga en valor la relevancia de la defensa en el ámbito de la política, son los cimientos necesarios para construir un edificio suficientemente robusto que provea de una defensa adecuada y una disuasión creíble. Al fin y al cabo, de ello se beneficiará toda la sociedad española.




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