Luces y sombras de la participación española en el Fondo Europeo de Defensa
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Luces y sombras de la participación española en el Fondo Europeo de Defensa

La industria española sigue teniendo un papel activo en la convocatoria de 2023, sin embargo, existen contradicciones internas que habrá que resolver
Gmv fondo europeo de defensa
Foto: GMV
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Los resultados de la convocatoria de 2023 del Fondo Europeo de Defensa muestran que la industria española sigue pujante en ese marco de colaboración. Un total de 9 proyectos, el 16% del total, serán coordinados por empresas españolas. Su importe supone alrededor del 10% de la financiación total aportada por la Comisión. Somos los segundos, junto con Grecia, en cuanto a número de proyectos liderados. Francia sigue a la cabeza con 11 proyectos, un 20% del total. Italia ocupa el cuarto puesto con 8, lo que supone el 14%. Muy por detrás aparece Alemania que coordina tres. En conjunto, la industria de los cuatro países mediterráneos coordinará dos tercios del total de proyectos que suman algo más del 75% del volumen de financiación. 

Tras tres convocatorias del fondo y dos de su predecesor, el EDIDP, parece que se está cumpliendo el objetivo que se pretendía en cuanto a propiciar la colaboración entre empresas europeas. Se ha aumentado el promedio de empresas y países participantes por proyecto y se están consolidando relaciones entre industrias de diferentes países. Parece que también se avanza en alcanzar el objetivo de desarrollar tecnologías de vanguardia que favorezcan la tan reclamada “autonomía estratégica”. 

Otra cosa es el ritmo. En unos momentos en los que se demanda a la industria rapidez en la respuesta, los ritmos de selección de las propuestas y de desarrollo de los proyectos son aspectos a mejorar dada la urgencia operativa. Por otra parte, solo un 25% de los proyectos seleccionados están ligados a iniciativas Pesco. Un criterio de bonificación cuestionado por quienes reclaman un mayor acercamiento de las iniciativas de cooperación industrial con el planeamiento de capacidades, donde desde la EDA y el EUMS se están realizando esfuerzos para establecer proyectos comunes adecuados a la realidad actual.  

Mientras que los resultados presentan una vocación decidida en los países del sur, no debemos olvidar que la realidad de la cooperación europea, tanto industrial como militar, está en cuestión por la diferente visión de Francia y Alemania que es cada vez más evidente. Un reciente informe de la Asamblea Nacional francesa ha acusado abiertamente a Alemania de poner en riesgo la cooperación europea en defensa, especialmente en el ámbito industrial. Según el informe, el aumento de inversiones impulsado por Berlín busca aumentar su esfera de influencia hacia el este europeo y el Báltico con una lógica “egoísta” de competición y no de colaboración. La política alemana favorecería que Europa siga a largo plazo dependiendo excesivamente del compromiso y de la industria de defensa norteamericana. 

En Washington, el eventual cambio en la presidencia que se pudiera producir a finales de año, provoca sentimientos contradictorios. Mientras que hay voces que aplauden una defensa europea más autónoma y menos dependiente del vínculo transatlántico, incluido el componente industrial y tecnológico; hay otros que defienden que, aunque Estados Unidos debe centrarse en el área del Indo-Pacífico, no deben olvidarse los beneficios que para las exportaciones de defensa americanas hacia Europa ha producido la guerra de Ucrania. 

Por otro lado, los diputados franceses piden que la cooperación aplique sistemáticamente el criterio del “mejor atleta” y que los países dejen de considerar los proyectos en cooperación como medio para promocionar sus industrias domésticas, siguiendo unas lógicas que alargan excesivamente los programas. Un criterio que, discutible o no, puede afectar a España, cuya opinión no parece que se haya considerado por la Asamblea Nacional que sí habría contado con aportaciones de Suecia, Italia y Polonia. 

Nuestra estrategia industrial parece muy orientada hacia el interior. Cabe preguntarse si estamos aprovechando adecuadamente la presencia real que tenemos en Europa. Con una mirada exterior los resultados del EDF nos deberían permitir que nuestra voz se escuche con mayor atención. Estamos muy presentes en proyectos de sectores como el naval o el terrestre donde se están produciendo movimientos políticos que deberíamos vigilar, si es que no lo estamos haciendo. Dos de las grandes empresas tractoras españolas, están ejerciendo un papel protagonista como impulsores de la colaboración europea.  

Pero con una mirada interior el resultado de la convocatoria muestra alguna de nuestras contradicciones internas. Citaremos dos ejemplos. Mientras que, en el mapa de distribución geográfica, publicado con datos del Ministerio de Defensa por IDS en el último Spain 2024, Cataluña aparecía como un páramo, la realidad es que hay 7 entidades catalanas que están presentes en 9 proyectos del EDF. En relación con proyectos concretos la Comisión ha seleccionado el proyecto Fires 2, que deriva directamente de una iniciativa española en el EDIDP y en donde nuestra presencia industrial es significativa, mientras que la alemana está ausente. En paralelo estamos desarrollando un programa nacional con un tecnólogo extracomunitario y participación activa de un grupo multinacional alemán. Ambos casos parecen llamativos. En el primero mandamos un mensaje en clave interna que no se compadece con la realidad. En el segundo utilizamos una política de “cinturón y tirantes” que puede tener su lógica pero que habría que explicar a nuestros socios. 

La incertidumbre sigue siendo otra de nuestras debilidades. Especialmente en cuanto a la estabilidad de las inversiones. En una reciente respuesta del Gobierno a una pregunta parlamentaria se han dado datos que muestran que los pagos para programas comprometidos estarán en los 2.300 millones de euros anuales entre 2024 y 2027. La respuesta incluye datos parciales que afectan solo a 11 programas. Seguramente, los diputados que han recibido los datos habrán advertido que la realidad es mucho más compleja y podría llegar a superar los 5.000 millones de euros para afrontar compromisos adquiridos en las anualidades citadas. Está por ver como abordamos este problema cuando no tenemos presupuesto y ante las complicaciones que, según parece, se avecinan de cara a 2025. Una incertidumbre que afecta a las capacidades operativas y a la industria tanto en términos nacionales como internacionales. 

Por tanto, los datos del EDF 2023 son una buena noticia, pero deben verse en el marco estratégico más amplio de la colaboración europea considerando nuestras contradicciones internas que deberían resolverse lo antes posible. 





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