La devastadora oleada de incendios que ha arrasado cientos de miles de hectáreas en España en el agosto más trágico que se recuerda ha puesto de relieve la labor de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el fuego y muy especialmente, un año más, el trabajo de los pilotos del 43 Grupo de Fuerzas Aéreas del Ejército del Aire y del Espacio.
Con base en Torrejón de Ardoz, esta unidad es la encargada de operar los apagafuegos, los aviones anfibios Canadair que cada verano se convierten en tristes protagonistas en los medios de comunicación. Este mes, con decenas de incendios que han quemado amplísimas zonas arboladas sobre todo en Galicia, Castilla y León y Extremadura, su imagen llenando su panza de agua para soltarla después sobre las llamas ha vuelto a poner en valor su vital labor y el riesgo que corren sus pilotos volando en condiciones a veces casi imposibles a causa del humo y de la cercanía del fuego.
Los primeros Canadair
La historia del grupo se remonta a 1971, cuando llegaron a España los dos primeros Canadair CL-215, conocidos en la nomenclatura militar como UD-13. Estos aviones fueron adquiridos tras comprobar que eran los más adecuados para afrontar la amenaza de los grandes incendios forestales que cada verano castigaban los montes españoles. Aterrizaron en la Base Aérea de Getafe el 8 de febrero de ese año, tras más de 23 horas de vuelo desde Montreal. Su primera misión real fue una operación de búsqueda y rescate en Finisterre, el 11 de marzo, y pocos meses después se activaron en su primer incendio, en la provincia de La Coruña, con una tripulación mixta española y canadiense. La primera misión de extinción con una tripulación totalmente española se realizó el 23 de marzo de 1972, en la provincia de Santander. A partir de entonces comenzaron a consolidar una trayectoria que con los años los convertiría en una de las unidades más reconocibles de las Fuerzas Armadas.
Inicialmente encuadrados en el 803 Escuadrón de Fuerzas Aéreas y más tarde en el 404 Escuadrón, la unidad se trasladó a Torrejón de Ardoz en 1973 y, en 1980, adoptó su actual denominación de 43 Grupo de Fuerzas Aéreas. Desde entonces no ha dejado de crecer en capacidades y experiencia. Actualmente, la unidad depende orgánicamente del Mando Aéreo General (Magen), operativamente de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y funcionalmente del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco).
En 1989 se inició la remotorización de la flota, sustituyendo los antiguos motores a pistón por turbohélices más fiables, lo que dio origen a los CL-215T (UD-13T). El primer avión remotorizado se recibió en agosto de 1990. Su certificación definitiva se consiguió en 1993 y ya asumieron más de la mitad de los despliegues de la campaña de verano. Posteriormente se incorporaron los CL-415 (UD-14), una versión modernizada con instrumentación digital, mejoras en los sistemas de descarga de agua y mayor seguridad operativa.
En la actualidad, el grupo dispone de 14 aeronaves: 10 CL-215T y 4 CL-415. Estos aparatos, capaces de cargar hasta 6.000 litros de agua en apenas 12 segundos, tienen una autonomía de unas cuatro horas y media en misión de extinción. Su capacidad de repostar en vuelo rasante sobre embalses, ríos o el mar les permite operar de forma casi continua sobre los incendios, realizando descargas en ciclos muy rápidos que resultan fundamentales para apoyar a los equipos terrestres. El agua puede ser lanzada de una sola vez o en secuencia, pudiendo hacerse esto mucho mejor en los CL-415, pues disponen de cuatro compuertas.
Cerca de 150 militares componen el 43 Grupo
La unidad está compuesta por unos 145 militares, entre ellos 55 oficiales, 60 suboficiales y 30 efectivos de tropa. Los pilotos, con un adiestramiento muy especializado, afrontan misiones de alto riesgo que implican volar a muy baja altitud entre humo, turbulencias, orografía complicada y con una elevada concentración de medios aéreos en el mismo espacio. Estas condiciones han provocado accidentes a lo largo de la historia de la unidad, en los que han perdido la vida 15 tripulantes, lo que da una idea de la exigencia y el compromiso que supone pertenecer al 43 Grupo.
De hecho, la mayoría de las veces los pilotos no saben las condiciones de la zona donde se va a operar, lo que hace que lleguen a despegar sin un plan de vuelo preestablecido. Una vez en la zona, dependen del coordinador del incendio en tierra y del encargado de medios aéreos, que suele ser quien les indica dónde, cómo y cuándo atacar el fuego. Y es que nunca hay dos incendios iguales y a menudo la intuición y la experiencia acumulada es la que marca el camino a seguir.
El despliegue operativo del grupo se organiza durante todo el año. Entre noviembre y mayo se mantienen en alerta dos aviones en Torrejón, pero durante la campaña de incendios, del 1 de junio al 31 de octubre, el dispositivo se amplía. Los aviones se despliegan a destacamentos avanzados en Salamanca, Badajoz, Zaragoza, Albacete, Málaga, Santiago y Pollensa, lo que permite cubrir con rapidez todo el territorio nacional. Esta disposición descentralizada es clave para llegar a tiempo a los fuegos en sus fases iniciales y minimizar los daños.
Más allá de las operaciones en España, el 43 Grupo también participa en misiones internacionales. Desde 2003 ha intervenido en incendios en países como Portugal, Francia, Italia, Grecia, Croacia, Bulgaria, Túnez, Israel y Turquía, consolidándose como un recurso de referencia en Europa y el Mediterráneo. Además, desde 2019 España aporta dos aviones del grupo al mecanismo RescEU de la Unión Europea, que permite movilizar medios de protección civil de los Estados miembros en caso de emergencias de gran magnitud en cualquier punto del continente.
A lo largo de sus más de cinco décadas de servicio, los aviones del 43 Grupo han acumulado cerca de 200.000 horas de vuelo, de las cuales más de 88.000 corresponden a misiones reales de extinción de incendios. A estas cifras se suman hitos históricos, como la participación en la travesía conmemorativa del vuelo del Plus Ultra en 2001, el despliegue para colaborar en el desastre del petrolero Prestige en 2002 o la colaboración en grandes incendios de Canarias, como los registrados en Gran Canaria en 2019 y en Tenerife en 2023.
Mantenimiento de los aviones
El mantenimiento de esta flota corre a cargo de la Maestranza Aérea de Albacete, que constituye un soporte esencial para garantizar la operatividad de los aviones. Su trabajo es clave en la longevidad de unos aparatos que, a pesar de su veteranía, se mantienen como los más eficaces del mundo en la extinción de incendios forestales.
Aunque su misión principal es la lucha contra el fuego, el grupo también colabora en operaciones de búsqueda y rescate (SAR) cuando así lo requiere el Mando Aéreo. Estas capacidades adicionales, unidas a la polivalencia de las aeronaves, refuerzan el papel del grupo como pieza central en el sistema de emergencias español.
Nuevos aviones a partir de 2027
En cuanto a medios técnicos, hace poco más de un año se formalizó el acuerdo para la adquisición de siete aeronaves del nuevo modelo DHC 515, con una inversión total de 375 millones de euros, dos de los cuales proceden de financiación europea. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) ha llevado a cabo directamente la compra de estos aviones anfibios, que suponen un importante salto en la capacidad de extinción desde el aire para España, aunque los primeros aparatos no llegarán hasta 2027. Estos nuevos modelos aumentan la capacidad de carga de agua hasta los 7.000 litros, lo que mejora notablemente la eficacia de las intervenciones en incendios forestales.