El primer año de Trump y el nacimiento de la Europa de la Defensa marcan 2017
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El primer año de Trump y el nacimiento de la Europa de la Defensa marcan 2017

Donald Trump junto a distintos mandatarios europeos durante su primera de la OTAN el pasado mayo. Foto: OTAN
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Concluye el primer año de la era Trump. El revuelo que en la política internacional ha levantado la llegada del atípico presidente de Estados Unidos también tiene sus implicaciones directas en el sector industrial mundial de la defensa. Una consecuencia obvia es el aumento de los presupuestos militares de su país, que se incrementan por encima del 11 por ciento para el año fiscal 2018, aunque la cifra no es tan abultada teniendo en cuenta las significativas bajadas de los años anteriores.

Donde la llegada del empresario neoyorquino lleva camino de dejarse sentir con más hondura es curiosamente en los presupuestos militares de sus socios europeos. El nuevo presidente ha irrumpido con un discurso de manifiesta desafección hacia la continuidad de las tradicionales ayudas estadounidenses a la defensa del viejo continente. Ante el nuevo panorama a Europa no le queda otra que tomarse más en serio su propia seguridad y olvidar en la medida de lo posible la poderosa mano de Washington.

El momento coincide con los trabajos iniciados el año anterior para la creación de un fondo real de defensa conjunta y el establecimiento ahora de una verdadera Unión Europea de la Defensa que ya reúne a 25 países. Y todo ello bajo el marco del compromiso de estos países, como miembros de la OTAN, de alcanzar en 2024 un gasto militar equivalente al 2 por ciento del PIB.

Tras años hablando de la necesidad de mayor unidad en este terreno, al fin parece tomar forma, hasta el punto de que para la alta representante de la Unión Europea para asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, estamos ante “el momento más importante para la Defensa de la UE en décadas”. La creación de la denominada Pesco (siglas en inglés de Cooperación Estructurada Permanente) evidencia estos cambios. Se trata de una especie de OTAN exclusivamente europea, aunque sin pretender rivalizar con ésta, según insisten sus artífices.

La llegada de Trump ha espoleado un camino europeo de la defensa que ya llevaba años caminando, como también ha contribuido a traer a la primera página de los medios otro antiguo asunto. Este año se ha reeditado una suerte de nueva guerra fría contra un oponente de base comunista y dotado de armas nucleares. No se trata de Rusia, de donde los problemas para Trump llegan más por afinidad que por la vieja enemistad entre Moscú y Washington. El nuevo enemigo número uno de Estados Unidos es Pyongyang. La relativamente larvada amenaza norcoreana durante décadas ha eclosionado este 2017 con forma de ensayos de misiles. Estas pruebas no son nuevas, pero ahora parecen surtir más efecto que nunca sobre un Estados Unidos, al que, según los expertos, las armas norcoreanas ya tienen por primera vez el potencial de llegar, a toda su geografía.

El otro punto caliente del globo continúa siendo Oriento Medio. La lucha contra el Daesh y la emprendida por una coalición encabezada por Arabia Saudí en Yemen siguen bullendo en una región en la que la guerra de Siria parece enquistada. Todo ello está impulsando el mercado de armamento en la zona, que en el último lustro se ha duplicado respecto a los cinco años anteriores. Uno de los mayores beneficiados por los conflictos que asolan la zona es Rusia, que incluso ha admitido que durante su intervención en Siria “fueron probados prácticamente todos los tipos de armas modernas” con los que cuenta en su arsenal.

Convulsiones aeronáuticas

En cuanto al arsenal estadounidense, sigue dando constantes titulares el programa militar más caro de la historia. Este 2017 el coste estimado del proyecto completo de avión de combate de quinta generación F-35 ha superado los 400.000 millones de dólares. Es el doble de lo que se calculó para todo el programa a comienzos de la década de 2000, cuando se inició.

Pese a los esfuerzos de la administración estadounidense y del fabricante por conseguir que cada aeronave tenga un coste de en torno a 80 millones de dólares, a día de hoy cada aparato sigue sin bajar de los 200 millones de dólares de media. Las dificultades del F-35, sin embargo, no impiden la buena marcha de la empresa que lo lidera, Lockheed Martin, que se consolida como primera firma mundial del sector de la defensa, impulsada en buena parte por las ventas de su avanzado avión.

Sin salir de Estados Unidos, otro gran programa aeronáutico que este año ha ido tomando forma es el del futuro entrenador T-X con el que se sustituirá a la antigua flota de aviones T-38 Talon fabricados por Northrop. Algunas de las principales compañías del mundo optan a este pastel de más de 16.000 millones de dólares. Entre ellas también figura Lockheed Martin, además de la también estadounidense Boeing; las europeas Leonardo y Saab e incluso la coreana KAI.

En Europa ha arrancado un incipiente proyecto para contar con una plataforma aérea de combate de 5ª generación propia, liderado por Francia y Alemania, que el pasado verano formalizaron negro sobre blanco la idea. De cuajar la iniciativa, Airbus, como líder europeo del sector, contará con un asiento privilegiado.

De momento el gigante de capital alemán, francés y, en menor medida, español, sigue bregando por resolver las dificultades que arrastra su programa de avión de transporte A400M, al que a lo largo de 2017 le ha ido incorporando nuevas capacidades mientras avanzaba lentamente en las entregas. En este último trimestre ha superado al fin las 50 unidades suministradas.

Otro programa de Airbus, el del avión de transporte y abastecimiento en el aire A330 MRTT, va adquiriendo protagonismo, principalmente a través de la creación de una flota multinacional europea (iniciativa conocida por las siglas MMF), iniciada por Países Bajos y Luxemburgo y a la que Alemania y Noruega ya se han sumado oficialmente.

Hacia un ‘Airbus Naval’

En el mar la atención europea se ha centrado en 2017 en los pasos que las compañías semipúblicas Fincantieri (Italia) y Naval Group (Francia) están dando para crear el ansiado ‘Airbus Naval’. El sueño de unir a los principales astilleros europeos bajo el paraguas de una gran firma común es un clásico que este año ha comenzado, aunque muy incipientemente, a tomar forma a través de las iniciativas de estas dos empresas. El ánimo con el que han iniciado ambas el proyecto se ha estrellado sin embargo en Canadá, donde el Gobierno del país les ha dejado fuera de su programa CSC, de decenas de miles de millones de dólares, para dotarse de 15 fragatas. La autosuficiencia con el que Naval Group y Fincantieri han tratado de concurrir a este concurso, presentando una oferta conjunta directa al Ministerio de Defensa de Canadá, saltándose así normas previamente establecidas, no ha dado más frutos que el rechazo de las autoridades del país.

El ejemplo en Tierra de KNDS

Con los pies más en tierra, literalmente, otra unión de empresas europeas, las de la francesa Nexter y la alemana Krauss-Maffei Wegmann, avanza en el sector de sistemas terrestres. Ambas compañías expusieron por primera vez, el pasado septiembre en Londres, bajo la denominación que les une a ambas: KNDS. Es otra señal del camino de ensamblaje emprendido por la defensa europea, tanto desde sus instituciones políticas, como militares y también industriales. El tiempo dirá si los líderes del viejo continente logran que todo ello no vuelva a quedar en agua de borrajas, como en otras ocasiones.

La apuesta por la Ciberdefensa

El ya considerado cuarto dominio de la defensa ha dado este 2017 nuevos pasos en el hueco cada vez mayor que cubre en la industria militar. Un ejemplo: la OTAN anunció el pasado verano licitaciones en tecnología de defensa por un valor de 3.000 millones de euros relacionadas en gran medida con la variable cibernética.

En la primera mitad del año Estonia volvió a acoger el mayor ejercicio de ciberdefensa del mundo, en el participaron 800 especialistas de 25 países, que simularon el combate a una amenaza real. En cuanto al mundo real propiamente dicho, se ha comenzado a prestar una inquietando atención a un ámbito colateral al cibernético: la difusión de información falsa interesada aprovechando la potencia de los nuevos canales que brinda internet. La Unión Europea ha destinado por primera vez fondos para luchar contra la desinformación que asegura que llega principalmente de Rusia. Habrá que esperar para certificar la utilidad de esta lucha y poder garantizar que no se empleará a su vez para controlar la libre información, un pilar básico europeo que las instituciones militares también tienen la obligación de defender.



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